Vicente Narioh, una aproximación posible / por Pascual
Rambler*
Vicente
Narioh: librepensador disidente, poeta autónomo, autodidacta a ultranza (no creía en la educación
institucional, ni en las instituciones, inclusive en la
educación no creía -lo poco que vale la pena aprender no puede
enseñarse, predicaba-), ensayista recurrente y crítico
pseudocientífico, capaz de incursionar también en el campo de la
epistemología, la gnoseología, la filosofía, la alquimia y
alrededores (era capaz de incursionar en cualquier cosa).
Se
sabe que no era ajeno al ejercicio de la duda; antes bien, la
consideraba la más clara, la más alta expresión de la conciencia,
a la que no vacilaba en calificar (no sin alguna reserva, cabe
consignar -siempre se reservaba para sí el beneficio de la duda-)
como la única manifestación propiamente humana : Sin
conciencia no hay nada, pareciera ser el mensaje profundo y
encubierto que subyace en la superificie circular y singular de sus
“escritos dudosos” y que expresará sin medias tintas más tarde, en su "Manifiesto provisional".
Su
meta, como sujeto consciente, era ir siempre más allá,
trasponiendo los límites establecidos por el poder, por el
pensamiento oficial, por la realidad aparente, e incluso por su
propia conciencia.
Descreía
tanto de la escritura automática cuanto de toda producción
susceptible de automatización. La automatización viene dada por
la mecanzación, la sistematización, y ésta, por la serialización,
la necesidad de producir en serie: la opción por la cantidad
sobre la calidad. Este pensamiento lo llevaba a combatir
sistemáticamente todos los sistemas de producción.
Toda
su obra se instala en los límites difusos entre la filosofía y la
poesía, entre la hermenéutica y la heurística, entre la crítica
y el análisis epistemológico, entre la Ciencia Divina y el Arte
de la Puntuación.
Pero
la naturaleza de su pensamiento binario, ó mejor, la naturaleza
binaria de su pensamiento, le impedía arribar a conclusiones ó
resoluciones certeras y definitivas, tanto en su discurso poético
como en el filosófico así como en cualquier otra dirección que
tomara su pensamiento.
“Nada
es del todo definitivo”, pareciera ser, a modo de conclusión
siempre inacabada,
la
idea y el sentido que viene a transmitir su obra, poética ó en
prosa, a través de formas y expresiones diversas, y con distinta
fortuna, pero siempre manteniendo una unidad (con el particular
concepto suyo de unidad: coexistencia de opuestos / tensión no
resuelta / bipolaridad, etc.)
Toda
definición es provisoria, afirma en uno de esos textos tan
difíciles de definir como de clasificar que oscilan entre la prosa
poética, el ensayo filosófico, el panfleto epistémico ó la
mera disquisición teórica sobre cuestiones inverosímiles, de
escaso ó nulo interés para el público bienpensante, como así
también para el grueso de los consumidores, tan poco dados al
esfuerzo intelectual como a la lectura.
Sin
duda, toda su obra denota la importancia cardinal que le atribuía
al acto de dudar. La duda como hecho productivo, como acto
“trascendente” y como condición necesaria y natural del
pensamiento.
La
duda ocupa un lugar excluyente entre los temas de su -dudosa-
inspiración, lo que no deja de reflejarse en los títulos de
algunos de sus textos más representativos: “La duda dada”, “Dar
ó dudar”, “Dudar ó dar”, “Dados a dudar”,
“Consistencia dudosa”, etc.
El
compromiso inquebrantable con la duda hacía que no dudara en
reconocerse como “autor comprometido”, como también daba lugar a
un efecto (¿secundario?): las versiones.
Las
dudas que surgían de la propia escritura a medida que avanzaba en la
confección de sus textos -y en su mismo proceso de elaboración-,
tanto como en sus resoluciones necesarias, lo llevaban a la
diversificación de la producción; esto es, la contínua creación
de versiones alternativas, sistema que proponía un reconocido poeta decimonónico
y teórico de ultramar, y que le permitía no clausurar la duda como
propuesta estética, ética y como efecto y causa del hecho
poético en sí, y de su propia identificación como sujeto que crea,
desde la duda como condición del conocimiento, y a partir de
reconocerse a sí mismo como producto de otras dudas, de cuya
tensión sin solución surge la voluntad superadora, con toda su
fuerza expansiva y su incontenible carga de intensidad indefinida ó
peor, de intensa indefinición.., contraventora, indisciplinable,
insubordinable, contradictoria como la propia historia del animal
humano.
Voluntad
necesaria: Vicente Narioh abre fuego sobre los sentidos dados,
sobre el orden establecido, las verdades absolutas y el pensamiento
único, totalizador e internalizado.
Vicente
Narioh abre el juego de las almas libres, con su pensamiento binario,
cargado de emisiones contaminantes … “Se escribe para contaminar
el mundo” escribe V.N. sin dejar de contaminarnos y agrega : “La
literatura es pura contaminación”
(Pero
la contaminación es natural a todo acto productivo, un hecho
inevitable, ineluctable, tan arbitrario como la vida).
La
vida, como la ciencia, la conciencia ó el hecho poético, no
pueden definirse, no pueden circunscribirse -someterse- a una única
definición precisa. (No hay definición definitiva, sostiene Vicente
Narioh de un modo taxativo y provisorio: “Toda definición es
provisoria”)
Contaminar y ser contaminado: He ahí la relación
dialéctica en que se inscribe toda posibilidad humana. Y el
lenguaje como producto de la práctica activa de la contaminación
humana, no puede producir sino contaminación, no como subproducto ó
efecto derivado: sino como condición necesaria, esencial. “El
hombre contamina por necesidad; crea contaminación y la necesita.
¿Por qué si no esa tendencia contínua a abandonar el campo para
hacinarse en las densidades de la contaminación urbana? ¿Por qué
la necesidad de concentración y por qué la insistencia en la
promoción de los beneficios de la concentración en todos los
sentidos y a pesar de haber superado largamente todos los niveles
deseables?
La
ciencia podrá tener otras explicaciones cuya verosimilitud habría
que verificar, pero Vicente Narioh prefiere mantener una distancia
saludable de los postulados “científicos”.
Se
permite dudar, así como duda de las religiones humanas, de todas
aquellas “ciencias”
que
son tributarias del lenguaje. Sólo reconoce como tales a la
ciencias duras y a las ciencias ocultas.
“El
resto es literatura, pura contaminación”, profundiza V.N. Sin
pretender incurrir en la definición, y sin dejar de asumir y
asumirse como sujeto contaminante.
“Contaminar
es una forma de ser / Contamino, luego soy / Toda emisión humana
contamina / Toda contaminación es señal de presencia humana /
etc. etc.”
“El
excremento humano no sirve como abono; está contaminado,
cualquiera sea la dieta del sujeto emisor”
“Pero
hay formas, hay niveles, niveles aceptados, hay que aceptar (para
poder ser aceptado y seguir contaminando libremente).”
“Hay
contaminación consciente e inconsciente: La primera sólo es
atributo de naturalezas superiores.”
“Mi
discurso no es necesario ni útil, ni produce utilidades. Sólo
tiene como fin contribuir a la contaminación general”.
Declara
el autor, dejando establecida su posición y volviendo a tomar
distancias de todos aquellos que se sirven del lenguaje y sus
ambigüedades para esconder sus bajos propósitos y fines impuros,
tanto en política como en literatura -y eso, en la visión binaria de Narioh, incluye a la filosofía-.
Y
aquí habría que detenerse :
¿La
literatura es pura contaminación?
-Sí,
eso es lo que postula el autor. Aunque va más lejos aún -y lo
hace desde su sistema binario-: ¿Pura contaminación ó
contaminación pura?
No,
no es lo mismo; la inversión de la relación adjetivo-sustantivo
produce distintos resultados, incluso opuestos. Así, en el primer
caso (pura contaminación), se obtiene una significación negativa,
una conjunción insalubre e indefendible; algo de lo que convendría
tomar distancia. En cambio, hablar de contaminación pura es bien
distinto: la contaminación puede ser mala, nociva, etc..., sin
duda es algo negativo para quienes insisten en la búsqueda de
pureza. Pero al ser pura algo se altera; la contaminación ha dejado
de ser una amenaza, ahora deviene en algo inocuo, y acaso más, en
algo puro, una forma de pureza al fin...
O
sea: el sustantivo 'contaminación' contaminado por el adjetivo
'puro'. Lógica pura, ó crítica de la razón sintáctica; he
aquí una de las múltiples direcciones que asume el pensamiento
teórico de este poeta contaminante: desnudar la insensatez del
sistema del lenguaje y sus contradicciones internas.
Por
esos caminos y sus respectivas bifurcaciones se desliza su
pensamiento, sin dejar de evolucionar con una velocidad que suele
incomodar a más de un interlocutor.
Y
por esos caminos nos sorprende sorprendiéndose a sí mismo en pleno
ejercicio de sus propiedades contaminantes al verse reflejado en
esa relación especular, -relación dialéctica por antonomasia- que
lo emite como objeto (y lo borra como sujeto) de su propia
contaminación, cuando asevera:
“Sólo
en la buena literatura hay contaminación pura”.
Para
aquellos que necesiten más razones, argumentos, explicaciones,
demostraciones
y
contaminaciones, V.N. desarrolla:
En
casi todos los casos, la contaminación ejercida bajo la forma de
objetos o productos literarios, es un efecto secundario. Se escribe
para vender, para complacer, para convencer, ó para satisfacer
una necesidad -aunque más no sea una necesidad de reconocimiento-,
así como para dar algún destino a un excedente de energía sin
encauzar, etc. (No hay voluntad contaminante, aunuque se trate de
voluntades contaminadas y de productos en apariencia inocuos, de
baja contaminación ó contaminación sustentable)
No
hay tal cosa en la buena literatura: se escribe por escribir; no
hay un fin anterior ó posterior ni ningún otro propósito
encubierto. El placer de la pura inutilidad, el puro vicio, la
contaminación de la vida útil.
Esta
clase de textos, aunque pasen desapercibidos ó no sean apreciados
en su justa medida, siempre gozan de buena salud y mantienen su
poder contaminante.
Siguen
y seguirán contaminando el mundo.
Salud!
Salud!