(Tomás Mercante)
Este poema puede
contener escenas de
sexo explícito,
excesos verbales
y términos
irreproducibles. Leí y pensé:
una trampa, para
atrapar al lector incauto,
una oferta que nadie
sano rechazaría, un
engaño, que para
verificar hay que entrar
en el juego, dejarse
engañar…
No: no caeré en
esta trampa.
Ningún engaño se
concreta sin la complicidad
de la víctima, el
engañado. Conocemos bien
este mecanismo; su
éxito en la práctica
política está a la
vista, y la opinión pública
renueva su vigencia.
Hay un placer, pareciera,
en esa complicidad
necesaria; en sentirse
engañado, en
descubrir el engaño y negarse a
aceptarlo.
Esperamos más ¿Hasta dónde
llegará? ¿siempre
mintieron? ¿era todo un
engaño?
Al comprobarlo, el
engañado piensa: No me
engañan más, no lo
voto más. Pero el engaño
se ha consumado con
éxito, y no habrá condena
real, ni moral, ni
social y los engañados olvidarán
el engaño y a su
autor, para adoptar uno nuevo
que hablará del
cambio, de la nueva política, del
futuro,
oportunidades, reconversiones y otros
excesos verbales.
La lengua es dinámica y en
continua evolución,
se renueva, siempre aparecen
nuevos términos
para adoptar, y adaptarnos a la
nueva realidad -la
realidad es cambiante, y
siempre genera
oportunidades para emprender
nuevos engaños-
No nos engañemos: nadie quiere volver al pasado;
la Historia contiene demasiada violencia, corrupción
No nos engañemos: nadie quiere volver al pasado;
la Historia contiene demasiada violencia, corrupción
y engaño. Hay que
despegarse y mirar para adelante:
cada uno frente a su
pantalla, ahí está todo lo que
se necesita, es
cuestión de buscar y seleccionar
una opción: hay
sexo explícito para todxs los gustxs.