Demolición
y obra nueva
¿Demuelo,
luego obro?
No:
demoler es obrar
La
vida es movimiento:
movimientos
ascendentes y descendentes
Cambio:
la vida es cambio
obra
nueva vida nueva
La
vida: acumulación de demoliciones
(estamos
en obra; obramos, luego somos)
Demoler
casas, manzanas, barrios
Demoler
ciudades, mundos
memorias
en demolición
La
demolición: un fin común
(toda
civilización concluye así)
Demolición:
un medio de evolución
Si
cavamos encontraremos los restos de
otras
civilizaciones que cavaban,
encontraremos
los restos de otras
demoliciones:
El hombre viene cavando
desde
el origen de los tiempos.
Hay
obras nuevas y viejas
Las
nuevas gozan del auspicio de la novedad
que
siempre es una forma de promesa
pero
las viejas suelen resultar más confiables
(por
eso conviene demolerlas)
La
demolición es una de las más altas
expresiones
humanas.
No
hay especie tan demoledora.
El
hombre moderno es producto de muchas y
sucesivas
demoliciones.
La
demolición es condición necesaria de todo
salto
cualitativo.
Sin
demolición no hay futuro
Se
sabe: un hijo debe demoler la figura paterna para poder
construir
su propia identidad como sujeto.
(Hay
padres que se empeñan en ejercer una paternidad defectuosa
ó deficitaria, para ahorrar ó mitigar al hijo la
consecuente
culpa.
Aunque esta actitud virtuosa raras veces es reconocida por
sus
beneficiarios)
La
evolución del pensamiento
no
sería posible ni pensable sin demoliciones.
El
conocimiento no se desarrolla como hecho acumulativo, lineal,
sino
que requiere ser puesto en cuestión sin pausa; requiere
esas
mentes
superiores que vienen a demoler lo tenido como cierto
para
abrir otros espacios, inaugurar otros tiempos.
Venimos
de la demolición.
Y
venimos a demoler.
Todos
tenemos cosas que habría que demoler.
Ya
hace tiempo los espíritus más esclarecidos lo avizoraron:
El
hombre es algo que merece ser demolido.
Demoler
denota voluntad de recomenzar:
volver
a cero.
El
cero es un número redondo.
La
redondez, es sabido, simboliza la perfección.
Si
hubiera un dios, que honrando su condición
tendiera
ó aspirara a la perfección
sin
duda exhibiría una forma redondeada, esférica
ó
circular.
Es
ocioso agregar que todo lo que circula, aunque circule
libremente,
vuelve al punto de partida, vuelve a cero.
La
Naturaleza ofrece muchos ejemplos de la superioridad
de
las formas circulares: Desde el átomo, las partículas
subatómicas,
hasta los sistemas planetarios, todo circula
describiendo
órbitas más ó menos perfectas.
Una
buena circulación es requisito indispensable para un
cuerpo
saludable.
Tenemos
nuestro círculo de amistades, nuestro radio de acción
y
nuestra esfera de influencias -que en algunos casos puede
llegar
hasta las altas esferas del poder-
Las
estrucuturas circulares son siempre más complejas.
Costó
siglos resolver la cuadratura del círculo.
Las
redondeces, con su carga de misterio, siempre despertaron
atracción
en el hombre (las mujeres, seres más redondeados, lo
saben
y lo utilizan como arma de seducción).
Redondeando:
el cero cambió la vida de los humanos casi tanto
como
el fuego, la rueda ó el lenguaje.
De
ahí al pensamiento abstracto, el sistema binario, la
inteligencia
artificial
y el dominio de la Naturaleza por parte de esta
criatura
demoledora.
Nada
de esto hubiera sido posible sin demoler principios,
valores,
conceptos
y creencias, en fin, sin demolición.
El
negocio humano no sería el que es sin estas dos nociones
necesarias:
el cero y la demolición, dos conceptos estrechamente
vinculados.
El
hombre necesita demoler y negociar.
Todo
lo que construye tiene por fin último la demolición:
volver
a cero, recomenzar, renegociar.
Todo
debe tener una finalidad, o por lo menos un fin, como
la
vida.
Mientras
hay vida se puede negociar, y en el mundo de los
negocios
el hombre encuentra su lugar (un lugar negociable,
como
todo lo humano, sujeto a cambios y demoliciones, ó a
demoliciones
y cambios, donde cambian intereses, condiciones,
valores
y tipos de cambio, pero donde siempre la demolición
es
una buena inversión, un buen negocio, un negocio
redondo.
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