(Por Vicente Narioh)
El animal humano, una especie dudosa
(duda hasta de su
condición animal)
Ya desde antes de tener memoria tuvo
dudas: entre buenos
y malos instintos, dudó, y
desarrolló los peores.
Una especie inacabada, con defectos
de terminación, en que
la Naturaleza no pudo sino imprimir
marcas débiles en su
constitución genética, necesidades
difusas y dudosas e
instinto vacilante: Nunca supo qué
comer, cual era el alimento
adecuado a su naturaleza excesiva, ante
lo cual y desoyendo las
voces más sensatas, optó por
apropiarse de todo proclamándose
omnívora, con la complicidad de
divinidades sanguinarias que
ella misma creara para justificar su
conducta vil y miserable
hacia los otros animales. Supuestos
dioses creados a imagen
semejanza le habrían transmitido su
voluntad: mata y come,
todo cuanto vive en este mundo es para
tu alimento... Mata y
come, destruye e incorpora, destroza,
desgarra, despelleja y
desangra cuanto te plazca...
El hombre, el animal humano, entendió
que toda forma de
vida -mientras sea apta para consumo
humano- está destinada
a servir a su metabolismo.
(Un metabolismo oscuro e impiadoso, que
sólo pudo desarrollarse
a expensas de otros metabolismos, lo
fue degradando hasta el estado
de abyección actual)
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