(Ricardo Mansoler)
Hay quienes saben
escuchar
y quienes prefieren
escucharse.
Hay quienes hablan
con metáforas,
quienes hablan con
gestos
y quienes hablan con
gatos.
Los gatos son
criaturas sutiles y versátiles
que ostentan una
percepción muy desarrollada
y una aptitud
reconocida para protagonizar
metáforas: hay
metáforas populares
de gatos y de gatas.
El gato tiene tal
presencia en nuestra
cultura, que hablar
con él es algo
socialmente
aceptado, es natural:
mucho más que
hablar con arañas, ratas
u otras criaturas
del ámbito doméstico
(Ni hablar de seres inanimados)
Hay quienes saben
escuchar
y quienes prefieren
escucharse
a si mismos: si hay
un interlocutor
válido, sin duda
soy yo, tienen para si.
Si hay un alma
sincera, esa es la mía:
reconoció el poeta
y lo editó (los poetas
cultivan el hábito
de hablar solos, pero a
diferencia del
discurso patológico, editan
sus monólogos
convirtiéndolos en objetos
publicables y
consumibles)
Más lejos supo ir
el poeta de la doble
doble ve, que para
despejar toda duda
escribió y publicó
su “Canto a mi mismo”
El humano es el
único animal capaz
de hablar solo,
aunque pocos lo confiesen
o lo reconozcan.
No es extraño
cruzarse con alguien que
habla solo por la
calle, pero dudamos antes
de inferir el rasgo
patológico: con el desarrollo
tecnológico nunca
sabremos si no oculta algún
interlocutor en
alguna parte de su anatomía:
El límite entre
hábitos tecnológicos y patológicos
es difuso. Las
resoluciones patológicas evolucionan;
deben adaptarse a
las tecnologías disponibles.
Ahora no dispongo de más tiempo:
debo hablar con mi gato.
debo hablar con mi gato.