lunes, 28 de marzo de 2016

El poeta popular

(Senecio Loserman)



Hay poetas populares, impopulares
y populistas.

Un poeta puede escribir para pocos,
para muchos, e incluso para uno:
“escribo para mi”

O bien para ninguno: escribir para
la posteridad.

El anacronismo como recurso poético
permite liberarse de todo condicionamiento
histórico. No es fácil: hay que saber
manejar los tiempos. No basta con autoexcluirse
-este presente no me representa- o permanecer
ajeno a la realidad que lo rodea.

Apostar a la posteridad es una aspiración ociosa,
a la vez que presuntuosa: no hay certezas, ni
siquiera de que la posteridad reserve algún lugar
a los poetas. No hay certeza, incluso de que haya
alguna posteridad.

No se puede confiar en aquello que nos excede.

Sabemos que la vida útil del sujeto
se extiende más allá de nuestra condición
material y efímera, pero nada hay que pueda
garantizar el acceso a la gloria eterna ni el
reconocimiento postrero.

El poeta popular puede encontrar dificultades,
puede sufrir la incomprensión y hasta el
rechazo por parte de vastos sectores que desprecian
la cultura popular -incluso dentro del campo popular-

Pero su compromiso con la causa popular no se alterará
aún cuando deba asumirse como su propio y único
lector.


viernes, 25 de marzo de 2016

Bichos

(Ricardo Mansoler)




Bichos de mierda..., dijo el poeta al detectar
hormigas mínimas circulando por la boca
del termo (fiel compañero a la hora de despuntar
sus vicios cotidianos -incluído el pleonasmo-)


Entre la boca y el pico (Olimar, el que usan los
vendedores ambulantes: objeto singular, obsequiado
por un amigo en tiempos lejanos, y que había sobrevivido
a varios termos) se podía observar el tránsito inopinado
de esos seres insignificantes. Un detalle menor, una
nimiedad para cualquier cristiano dado a gozar de su
infusión autóctona... Pero el poeta no es cualquier cristiano,
y sea creyente, agnóstico o ateo necesita concentrarse,
aislarse del mundo exterior y evitar toda distracción, toda
presencia ajena al cuerpo del poema que busca su forma.


La naturaleza invasiva del mundo sensible, es un problema
con el que deben convivir los poetas, seres sensibles si los hay,
que necesitan abstraerse del mundanal ruido para conectarse con
las musas, o bien para entablar una relación sin interferencias
ni contaminación con su propio pensamiento.

La sensibilidad exacerbada, tanto como una capacidad perceptiva
muy desarrollada suelen constituir un problema.

La creación no es un estado natural (el estado natural es algo que
desconocemos: sólo conocemos el estado)

El poeta, sólo crea bajo determinadas condiciones, y obtenerlas
no es algo que dependa sólo de él.

En la soledad del acto creativo, el poeta encuentra su mejor
expresión; esa privacidad es su elemento natural.

El poeta está solo.

Ahora sabe que está solo, o casi, con su termo, su mate y su
tabaco...

El trabajo del poeta es azaroso: el vuelo de una mosca, el
zumbido de una abeja o la presencia inquietante de un mosquito
pueden alterar sus condiciones de producción e incluso malograr
el destino del poema que todavía no existe.

Bichos de mierda.., creen que el mundo les pertenece...
(Pensó el poeta mientras contemplaba el movimiento de esas
criaturas diminutas sobre la boca del termo, recordando algo que
había leído no hacía mucho: los insectos ocupan el segundo
lugar entre los organismos vivos en cuanto a número y volumen,
después de las bacterias, que representan el 85 % de la vida del
planeta)

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