(Senecio Loserman)
Hay poetas
populares, impopulares
y populistas.
Un poeta puede
escribir para pocos,
para muchos, e
incluso para uno:
“escribo para mi”
O bien para ninguno:
escribir para
la posteridad.
El anacronismo como
recurso poético
permite liberarse de
todo condicionamiento
histórico. No es
fácil: hay que saber
manejar los tiempos.
No basta con autoexcluirse
-este presente no me
representa- o permanecer
ajeno a la realidad
que lo rodea.
Apostar a la
posteridad es una aspiración ociosa,
a la vez que
presuntuosa: no hay certezas, ni
siquiera de que la
posteridad reserve algún lugar
a los poetas. No
hay certeza, incluso de que haya
alguna posteridad.
No se puede confiar
en aquello que nos excede.
Sabemos que la vida
útil del sujeto
se extiende más
allá de nuestra condición
material y efímera,
pero nada hay que pueda
garantizar el acceso
a la gloria eterna ni el
reconocimiento
postrero.
El poeta popular
puede encontrar dificultades,
puede sufrir la
incomprensión y hasta el
rechazo por parte de
vastos sectores que desprecian
la cultura popular
-incluso dentro del campo popular-
Pero su compromiso
con la causa popular no se alterará
aún cuando deba
asumirse como su propio y único
lector.
No hay comentarios:
Publicar un comentario