(Estanislao Del Signo)
Una gragea en medio
de las comidas,
reza la receta que
escribió mi médico,
el dr. T, muerto
hace años
sin que yo me
enterara.
Una gragea en medio
de las comidas
-una gragea es un
anacronismo: hoy
nadie habla de
grageas-
No sé de qué
murió, no era muy viejo,
no vendía salud
-raro en un médico-
¿Cuánto le debo?
-No, nada… Me
palmeaba y me despachaba.
Una gragea… Al
dorso de la receta,
el esbozo de un
poema trunco.
El remedio recetado
ya no existe.
Bajo el texto
manuscrito, la dirección impresa
del consultorio:
una casa antigua y generosa
del Abasto -que
pudo haber sido un conventillo
en otra época-
donde también funcionaba un
almacén de
productos naturales.
La sala de espera
era un patio que daba hacia
un fondo con algunos
árboles y vegetación
diversa. Era común
la circulación de gallinas,
tortugas y otros
habitantes naturales.
Hace tiempo, andando
por ahí, la busqué
sin encontrarla:
Ahora hay un edificio.
La casa, el Dr. T y
las grageas, sólo existen
en mi memoria, y
acaso en la de algún otro
paciente abandonado -abandonado como
mis poemas truncos-
La demolición, el olvido, acaso sea el común
destino de casas, hombres y poemas.
mis poemas truncos-
La demolición, el olvido, acaso sea el común
destino de casas, hombres y poemas.
La receta goza de
buena salud,
y no tiene vencimiento.
y no tiene vencimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario