(Tomás Lovano)
El mundo tiende a la
felicidad.
Nos encaminamos a un
mundo cada vez
más feliz. Hay
estudios que dan cuenta
de un aumento de los
índices de felicidad
aún en sociedades
que no gozan de altos
niveles en calidad
de vida.
¿Qué es la
felicidad?
No hay una
definición definitiva, ni existe
una fórmula
universal. Cada uno puede
encontrar su propia
forma: Gracias a la
ciencia, sabemos
que la felicidad es un hecho
individual -hay
nichos- y no depende de
condiciones
materiales vinculadas a la
posición social;
no depende de condiciones
exteriores al
sujeto: está en el cerebro.
No todos necesitamos
lo mismo, cada individuo
es único e
irrepetible, sólo podemos confiar
en la ciencia (el
fin de la ciencia es que seamos
felices: la
producción de conocimiento incluye
el conocimiento de
la felicidad)
La ciencia, no sólo
da respuestas verificables,
sino que sistematiza
el conocimiento en diversas
disciplinas para
hacer disponible su utilidad
y aún más: lo
objetiviza (el método científico
es el único que
goza de autoridad para establecer
la validez de un
conocimiento, determinando su
objetividad. Esto
nos pone a resguardo del fraude
de las
pseudociencias, fijando los límites entre
ciencia e ideología:
ésta responde a intereses, la
ciencia sólo se
interesa en la verdad)
Así como la
propiedad objetiviza la libertad
individual, como
descubriera Hegel, la ciencia
objetiviza la
producción de conocimiento.
El conocimiento
objetivo es la única fuente de
provisión de
verdad. La única verdad es esta realidad:
los
neurotransmisores, son los responsables de nuestras
emociones, que a su
vez determinan elecciones y
decisiones que serán
responsables de la felicidad.
La evidencia
científica, nos dice que podemos generar
nuestros propios
recursos para producir felicidad.
Basta con entrenar
el cerebro para producir dopamina,
el neurotransmisor
responsable de la felicidad.
La neurobiología da
cuenta que una distribución
defectuosa de la
serotonina -otra sustancia química que
produce el cerebro-
se vincula a la agresión, la violencia
y toda conducta
disrruptiva del orden social.
La insatisfacción,
el resentimiento, la rebeldía, son
estados emotivos
negativos, cuya verdadera causa
no son la crisis
económica, la inequidad del sistema,
las condiciones de
producción, ni la lucha de clases,
sino el déficit de
serotonina, que crea ansiedad y nos
impide relacionarnos
adecuadamente con el placer y el
prójimo.
prójimo.
El combustible del
placer y la felicidad se llama
dopamina. Fumamos
porque el cerebro lo pide,
fumamos por y para
él, que es el que ordena; pero
si lo capacitamos
para que se autoabastezca, ganaremos
en salud y en
felicidad.
La felicidad es un
proceso químico, una cuestión
biológica. Es más
simple que la filosofía y menos
engoorrosa que el
lenguaje psicoanalítico: Freud y
Lacán sólo
produjeron literatura. La ciencia contradice
sus reparos con el
término felicidad; ésta es posible
y se reduce, en
última instancia, a funciones vinculadas
a la madre de todas
las ciencias, la economía:
Tenemos demasiadas
neuronas, no es posible mantener
tanta actividad;
consumen más que otras células y el
costo es elevado, no
contamos con recursos suficientes;
pero sí podemos
atender a aquellas responsables de la
felicidad y producir
los recursos necesarios para que
cumplan esta
función: La producción autogestionada
de
neurotransmisores, es la respuesta feliz a la demanda
natural de nuestra
economía neurológica.
La felicidad está
en las cosas simples: La Dopamina.
No hace falta
demasiada actividad neuronal para ser
feliz. Es una
falacia que se requiera ocupación plena
de esa multitud de
neuronas, con una porción menor
y bien disupuesta es
más que suficiente para las necesidades
comunes de cualquier
contribuyente feliz, con o sin
pensamiento propio.
La felicidad está
en las cosas simples, no hay necesidad de
profundizar ni
buscar contradicciones. El pensamiento
crítico no conduce
a la felicidad: los intelectuales no suelen
ser muy felices
(con la filosofía poco se goza, advertía el
poeta popular).
En cambio, no se
necesitan demasiadas neuronas para
cultivar el
pensamiento positivo y desarrollar todo su
potencial. La
evidencia científica demuestra que tampoco
necesitamos
argumentos para acceder a la felicidad, incluso
a la felicidad
verdadera. Es más, cualquier imbécil puede
ser feliz.