jueves, 14 de enero de 2021

Homero y la metáfora

 (Carlos Inquilino)

 

Soy del partido de todos,
anunciaba el poeta populista
en su célebre y popular milonga,
hace más de un siglo.

Eran otros tiempos, de guapos y malevos,
de ochavas y poetas populares

que  escribían milongas.

No se hablaba de populismo
ni del campo popular,
y un poeta podía calzar bota militar
sin recibir críticas, despertar suspicacias
ni alterar el orden público o poético.

El campo, todavía no había sido contaminado
y el campo popular no terminaba de definirse,
lo que permitía al poeta escribir versos
como ese, cuya contradicción sobrevive hoy
como anacronismo:  a  la metáfora se le permite
todo,  por eso siempre tiene partidarios…

Homero, adelantado a su tiempo, como
otros grandes poetas, apostaba a la retórica
populista, cuando todavía el populismo no existía

como recurso semántico para descalificar y
desactivar cualquier aspiración popular:

“Soy del partido de todos /
  y con todos me la entiendo”

Resultaba tan jugado y subversivo, que ahí
nomás tuvo que bajar el precio:

“pero váyanlo sabiendo /
  soy hombre de Leandro Além”

Un siglo antes de que se acuñara la fórmula
El Frente de Todos, dudosa aún como metáfora,
él mandó el “Partido de Todos”, mucho más osado
y pretencioso:  Un frente, es una pluralidad, una
comunión estratégica y provisoria de distintas
corrientes, que se juntan para ganar una elección.

Pero el Partido de Todos, es una unidad homogénea
y excluyente, un Sujeto indiviso capaz de contenerlo
todo, y por tanto, con derecho a reclamarse único.


“El partido de todos”  Fuera del uso metafórico,
no puede sostenerse, ni siquiera como aspiración
histórica:  Rechaza la lógica del pensamiento
binario, e incluso del más complejo o elaborado.

No hace falta ir muy lejos.
Si se acepta la existencia de ese partido,
no podría haber ningún otro:  sería tan inclusivo
como para excluir a todos los posibles otros.

Luego, sin competencia, sin oposición, no
tendría sentido su existencia, al menos en un
marco que se pretendiera democrático.

Algún grado de oposición, es necesaria. Aún
cuando no sea más que aparente, ficticia,
sirve para mantener la idea de control y
equilibrio:  no se puede hacer cualquier cosa
porque hay una oposición que fiscaliza, pone
límites, controla.

Así, mientras el gobierno negocia con su falsa
oposición, se preservan los valores democráticos
a la vez que se asegura el control de todo.

En conclusión:   El partido de todos,
no sería negocio para nadie…

El negocio está en la oposición,
una oposición constructiva,  dispuesta
a consensuar y a negociar.

Que respete la alternancia y contribuya
a la gobernabilidad, que no ponga palos
en la rueda y que venga a sumar.

Me gusta lo desparejo…



(Ref.  Milonga del 900 – Homero Manzi – S. Piana)
 


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