Soy del partido de todos, anunciaba el poeta populista en su célebre y popular milonga, hace más de un siglo.
Eran otros tiempos, de guapos y malevos, de ochavas y poetas populares
que escribían milongas.
No se hablaba de populismo ni del campo popular, y un poeta podía calzar bota militar sin recibir críticas, despertar suspicacias ni alterar el orden público o poético.
El campo, todavía no había sido contaminado y el campo popular no terminaba de definirse, lo que permitía al poeta escribir versos como ese, cuya contradicción sobrevive hoy como anacronismo: a la metáfora se le permite todo, por eso siempre tiene partidarios…
Homero, adelantado a su tiempo, como otros grandes poetas, apostaba a la retórica populista, cuando todavía el populismo no existía
como recurso semántico para descalificar y desactivar cualquier aspiración popular:
“Soy del partido de todos / y con todos me la entiendo”
Resultaba tan jugado y subversivo, que ahí nomás tuvo que bajar el precio:
“pero váyanlo sabiendo / soy hombre de Leandro Além”
Un siglo antes de que se acuñara la fórmula El Frente de Todos, dudosa aún como metáfora, él mandó el “Partido de Todos”, mucho más osado y pretencioso: Un frente, es una pluralidad, una comunión estratégica y provisoria de distintas corrientes, que se juntan para ganar una elección.
Pero el Partido de Todos, es una unidad homogénea y excluyente, un Sujeto indiviso capaz de contenerlo todo, y por tanto, con derecho a reclamarse único.
“El partido de todos” Fuera del uso metafórico, no puede sostenerse, ni siquiera como aspiración histórica: Rechaza la lógica del pensamiento binario, e incluso del más complejo o elaborado.
No hace falta ir muy lejos. Si se acepta la existencia de ese partido, no podría haber ningún otro: sería tan inclusivo como para excluir a todos los posibles otros.
Luego, sin competencia, sin oposición, no tendría sentido su existencia, al menos en un marco que se pretendiera democrático.
Algún grado de oposición, es necesaria. Aún cuando no sea más que aparente, ficticia, sirve para mantener la idea de control y equilibrio: no se puede hacer cualquier cosa porque hay una oposición que fiscaliza, pone límites, controla.
Así, mientras el gobierno negocia con su falsa oposición, se preservan los valores democráticos a la vez que se asegura el control de todo.
En conclusión: El partido de todos, no sería negocio para nadie…
El negocio está en la oposición, una oposición constructiva, dispuesta a consensuar y a negociar.
Que respete la alternancia y contribuya a la gobernabilidad, que no ponga palos en la rueda y que venga a sumar.
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