(Ricardo Mansoler)
Me gustaba esta planta,
aunque sólo conocía su nombre
y sus hojas lustrosas
de un verde profundo.
Quise tenerla, a pesar de la falta
de espacio y de árboles
con quienes suele convivir.
Se adaptó al departamento reducido
y a mis hábitos irreductibles,
tenía luz suficiente y parecía estar
a gusto.
Una noche, al salir del ascensor,
un perfume salvaje, expansivo y
purificador anticipaba la magia
que habitaba mi casa.
Me gustaba esa planta. Tuve otras
variedades de su especie, pero nunca
volví a percibir y disfrutar aquel
aroma profundo.
Siempre me atrajo esa planta,
hasta que supe que su savia es veneno.
Entonces la amé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario