(Serafín Cuesta)
Una vez que el mamífero primordial
supera la lactancia, empieza a masticar
el mundo y saborearlo, reconociendo
su naturaleza superior.
Sin saberlo, incia una carrera
azarosa, pero plagada de aventuras
únicas y reproducibles, hasta alcanzar
la meta:
Una experiencia maravillosa o no,
según la calidad de su dentadura,
que depende de la herencia genética
y los hábitos saludables, a partir
de una lactancia correcta.
Una experiencia con distintos matices,
de ambos signos, donde nada es seguro
hasta el final: La incertidumbre, es propia
de toda aventura y la hace excitante.
Una experiencia agotable,
pero no enajenable, como otros bienes:
Cada experiencia es distinta a todas,
lo que la vuelve una oportunidad única.
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