sábado, 9 de septiembre de 2017

La ocasión

(Ricardo Mansoler)




La ocasión puede esperar,
el poema no
-dice el poema ocasional-

La materia común a todos los
poemas es el tiempo,
todos lo contienen.

Hacer un poema bueno
lleva un tiempo,
como hacer uno malo.

Hacer un poema dudoso, puede
llevar más tiempo que despejar
la duda:

-entre el tiempo y el poema, puede
que sólo la duda sobreviva-

La ocasión puede esperar
o hacerse esperar

¿Qué hacer?
¿Abrir un compás de espera
o no hacer nada que no pueda
deshacerse?

La duda es signo vital para el poema
como para el sujeto que vacila
entre dos poemas: el aspirable
y el posible.

Todo lo aspirable es también posible,
dice el poema. Pero hacer un poema
lleva tiempo.

Hacer poemas, hacer tiempo,
son opciones válidas y también posibles
para cualquier sujeto hablante, deseante,
vacilante.

El poema es resistencia al tiempo,
escribió un poeta hace tiempo:

El deseo de ofrecer resistencia
es algo natural en criaturas signadas
por la condición efímera, como
el poeta ocasional.

La ocasión no hace al poeta,
tampoco al ladrón,
si no hay vocación.


La vocación puede esperar,
e incluso no desarrollarse nunca,
pero el poema no tiene qué esperar:
sólo ofrece resistencia, sin ninguna
esperanza.


jueves, 31 de agosto de 2017

Recordar

(Ricardo Mansoler)



Hay que recordar para no repetir,
los pueblos sin memoria vuelven
a cometer los mismos errores,
repiten la historia.

La Historia se repite:

“Los que no estudian la Historia están
condenados a repetirla, los que la estudian
están condenados a observar como se repite
por culpa de los que no la estudian”

Luego, no alcanza con saber; hay que
recordar -recordar es repetir-
No alcanza con recordar lo que se sabe,
hay que hacer saber -para que el otro, que
siempre es mayoría, no repita-

Se sabe: Hay que recordar para no repetir
y hay que recordar para repetir: no podría
reproducir este enunciado si no lo recordara,
no podría citar sin la memoria que evoca y
reproduce.

Luego, no hay que rechazar ni condenar
la repetición, que si bien puede ser un vicio
retórico también es un recurso poético
y algo constitutivo de la condición de sujeto.

Sólo hay que saber discernir, qué repetir y qué
no, para evitar la repetición automática, un
mecanismo al que somos naturalmente propensos,
un recurso tan útil como la memoria.

Sabemos: sólo puede repetirse lo que se conoce.

Sólo quien conoce el fracaso, puede volver
a fracasar con éxito.

Pero los pueblos nunca fracasan, fracasan los
sujetos   -y el pueblo ha dejado de ser un sujeto
histórico-

El pueblo nunca se equivoca:  si dejó de ser sujeto
tendrá sus razones.

Ya nadie habla del pueblo, un significante que ha
perdido presencia, vigencia y popularidad.

El pueblo nunca se equivoca,
se repite.

lunes, 21 de agosto de 2017

Recursos naturales

(Tomás Lovano)



Los animales nos hacen más humanos.
Los animales, seres animados como nosotros
-salvando las distancias-

Todos somos seres, incluídas plantas, hongos,
bacterias y todo aquello que contenga algún
metabolismo. Cuando cesa esta función, los
seres dejan de ser vivos, aunque puedan
convertirse en víveres -los virus, al carecer
de metabolismo, no entran en esta clasificación-

El pensamiento religioso, suele relacionar la vida
a la función divina, la creación, incorporando la
noción de alma, algo intangible e invisible que
anima los cuerpos animados, como emanación
divina: los distintos dogmas difieren respecto de
los animales y el alma: Para algunos carecen, y son,
en consecuencia, seres inferiores. Ciertas creencias,
le atribuyen carácter divino a algunas especies.
Pero la idea dominante, entre las culturas humanas
dominantes, es que los animales están para servirnos;
ese es su destino, ya sea por decisión divina, por
disposición del Orden Natural o por derecho propio.
Son parte de los recursos naturales -que como
sabemos, son todos nuestros- sea como alimento
abrigo, herramientas de trabajo, medios de carga o
de transporte, etc. Incluso como insumos para la
producción espiritual: desde instrumentos musicales,
hasta la escritura, que hasta no hace mucho requería
la pluma de ánsar. La diversión tampoco los excluye:
la caza y la pesca, son actividades deportivas, así como
existen tradiciones centradas en la muerte de animales
en riñas, sacrificios o ceremonias que celebran las
virtudes de un humano matador, que exhibe su “arte”
y su destreza hasta acabar con la vida de ese ser inferior,
ya condenado de antemano.

Los animales son parte de nuestra cultura, que es algo
propio de nuestra especie -el resto de los animales
carece-

La cultura, no sólo nos hace cultivables, elevándonos
por sobre otros seres animados, sino que desarrolla
sentimientos puramente humanos, como el amor, a la
vez que nos permite distinguir entre los animales:
amables -que podemos amar- y apetecibles:  aquellos
que sabemos que saben bien y los sabemos aptos
para el consumo humano  -aunque ellos no sepan-


sábado, 12 de agosto de 2017

Merecimientos

(Horacio Ruminal)



“Cada sociedad tiene todos los delincuentes
que merece”

Esta frase, acuñada hace tiempo
por Ema Goldman, no parece perder vigencia.

En ocasiones, la sociedad no sabe que hacer
con sus delincuentes, más allá de que acepte o
no su merecimiento. No sabe donde ponerlos;
a algunos los encierra, a otros los tolera.

Es difícil que el brazo de la ley pueda llegar a
todos: las instituciones son imperfectas, la justicia
es siempre perfectible, como sus administradores.
Constituímos sociedades imperfectas -acaso sean
las que merecemos- de lo contrario no habría
delincuentes.

Hay sociedades que no saben donde poner a sus
delincuentes. Las instalaciones no resultan
suficientes. Algunos estados invierten mucho en
obra pública, apostando a la construcción de nuevos
centros carcelarios, pero no parece una inversión
sustentable: si se los encerrara a todos, la economía se
resintiría: la delincuencia explica una buena parte de
la actividad económica, y a los ojos de muchos electores
luce como un emprendimiento exitoso.

Pero hay sociedades que parecen haber encontrado una
fórmula superadora, resuelven el problema de los
delincuentes integrándolos al Estado, poniéndolos a
gobernar y a manejar la economía: Como funcionarios
públicos, se ve facilitado su control por parte del Estado,
y la opinión pública confía en que puedan reproducir
en la gestión pública, el éxito obtenido en la actividad
privada.

lunes, 31 de julio de 2017

Defensa y Justicia

(Asensio Escalante)



La defensa del consumo es la causa más justa.
El hombre más justo es el hombre que consume,
escribía un poeta reconocido en su tiempo
-aunque hoy casi nadie lo consume-

El consumo es un signo vital:
donde hay consumo, hay vida.
Y donde hay un sujeto
hay un consumidor.

Cualquier sujeto, sea ameba, cucaracha,
embajador itinerante, larva, gusano
o arzobispo, consume.

La defensa del consumidor
es la defensa de la vida, bajo cualquiera de
sus manifestaciones.

La vida es un derecho inalienable
de todo sujeto de derecho; cualquier organismo
puede ser sujeto, e incluso sujeto de derecho:
basta que el derecho lo contemple y que el sujeto
lo reclame -los animales podrían gozar de este
derecho, pero hasta ahora no se han manifestado
al respecto-

Sabemos poco de la vida, de su origen, su sentido,
pero creemos que es algo que merece ser defendido,
ofrece muchas y diversas oportunidades y es la
única oportunidad para consumir.

Sabemos que la vida tiene un fin -es nuestra única
certeza- la vida se consume, nos estamos consumiendo,
debemos apurar y optimizar nuestro consumo.

Sabemos que la vida tiene un fin: el consumo.

El consumidor sano acepta su condición
sin cuestionarla, de un modo natural:

Sabe o percibe que todo lo que existe, está aquí
para ser consumido. Sabe que la vida tiene un fin,
pero la carrera del consumidor final no se detiene.




sábado, 29 de julio de 2017

Felicidad y ciencia

(Tomás Lovano)



La felicidad ha dejado de ser algo azaroso,
ya no es una posibilidad sino una obligación:
El mundo tiende al estado de felicidad, dice
la ciencia oficial -no podemos desoírla: la ciencia
es la única verdad-

Las neurociencias cognitivas están colonizando
no sólo a la comunidad científica, sino a toda la
actividad humana. Su expansión inexorable está
imponiendo el pensamiento positivo que ilumina
el camino hacia un futuro venturoso:

No estamos condenados al éxito, sólo a la felicidad
-los felices no necesitan ser exitosos, aceptan su
condición y gozan de ella, y hasta se complacen del éxito
ajeno por medio de la identificación-

La felicidad verdadera está en las cosas simples:
los neurotransmisores, la neurobiología,
la bioingeniería genética, la arquitectura legal,
la ingeniería financiera y la seguridad jurídica.

Hay que creer o reventar -aunque la primera opción
parece más feliz: los escépticos no suelen alcanzar altos
niveles de felicidad-

No se puede ir contra la evolución, ni volver al pasado.
El desarrollo de nuestro capital humano requiere
integración y adaptación continuas; todo es dinámico,
la vida es movimiento; hay que disfrutar de la movilidad
propia, la movilidad social y el movimiento uniforme:
de casa al trabajo y del trabajo a casa.

La aptitud de adaptación es condición evolutiva
y hace posible la integración. Es más simple aceptar
que rechazar, más fácil integrarse que oponerse:
La felicidad está en las cosas simples. El ser positivo
suma y se integra, se suma y comparte.

Creemos en la integración; integrando la fe y la ciencia
accedemos al pensamiento superador de la mística
cuántica: Ya no hay necesidad de cambiar el mundo,
ni siquiera de interpretarlo; basta observarlo, saber
observar “dado que la observación afecta al objeto
observado, podemos, como observadores, elegir el mundo
en que queremos vivir.  Para hacerlo, debemos enfocar la
energía de nuestra mente para hacer la observación adecuada.
De este modo, la mente podría controlar el mundo material
en el que vivimos”

El activismo cuántico viene a conciliar
el conocimiento científico con la energía espiritual,
la razón con la fe,
el espíritu con la materia.

Podemos ser más felices, dijo una voz popular...

lunes, 24 de julio de 2017

El odio absoluto

(Onésimo Evans)



La agresión, como la agregación
signan la vida humana y su impronta
evolutiva, expresada en su naturaleza agresiva
y en la necesidad constante de agregar:  El
hombre necesita agregar más violencia
a la existente en la naturaleza, la violencia es
un medio para agregar valor a los valores naturales
establecidos,  como la agregación.

Creemos en el odio primordial como
noción fundante de todo sistema
de valores, y en el valor agregado
como signo evolutivo.

La Naturaleza contiene violencia,
por necesidad. La necesidad es violencia,
señalaba Aristóteles, y la historia humana
rebosa violencia, se sostiene en ella:

Siempre se imponen las acciones violentas.
Marx agregó su metáfora: La violencia es
la partera de la Historia.

Hay una violencia natural y una artificial.
El hombre es el único organismo que crea
objetos y necesidades artificiales.
El arte, como el deporte, son formas de
canalizar la violencia natural de un modo
artificial.

El hombre se diferencia del resto de los
seres animados, por su capacidad superior
para emitir violencia: Su naturaleza violenta
lo enfrenta a la Naturaleza.

La Naturaleza contiene violencia: la necesaria
para controlar y mantener el equilibrio; todas
las especies tienden a expandirse, como algo
natural. No hay expansión sin agresión, es
necesario agregar, y no hay expansión ilimitada.

Somos criaturas altamente expansivas, una
condición que sólo conoce el límite de la
propia capacidad autodestructiva.

El hombre ama y odia en diversa proporción,
pero el odio es más antiguo que el amor,
advertía Freud (aunque son sentimientos
inseparables: quien no odia no ama)

Somos una especie que no tolera la estabilidad,
y cuya naturaleza inestable produce cambios en
sus condiciones naturales:

Ningún animal altera tanto la Naturaleza.

“El odio es el caudillo del cambio. Mientras
que el amor es el patrono de la estabilidad”
pensaba Nietzsche.

“Se está acabado, se es un muerto en vida, no
cuando se deja de amar, sino de odiar. El odio conserva:
en él, en su química, reside el ‘misterio’ de la vida”
-E.M. Cioran-

Hay que agradecer lo que somos a la naturaleza
agresiva: le debemos gratitud al Odio Primordial.
Sin él, valdríamos poco, o nada, y no habría forma
de poner en valor la especie y mucho menos
agregar valor.



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