lunes, 30 de abril de 2018

Tendencias verdaderas

(Horacio Ruminal)



Tiendo a la superación,
no puedo dejar de superarme.
La voluntad superadora
es lo que impulsa el movimiento evolutivo:
Pasamos de un estado a otro. Paso.
Un pensamiento da lugar a otro, somos lo
que pensamos, dijo al pasar Parménides.
El pensamiento se reformula a cada paso;
no se puede esperar nada del pasado, ni
aferrarse a una pasión. Las pasiones pasan,
los pasatiempos pasan.

Las naturalezas superiores, no se detienen
en la observación de la realidad sino que la
transforman. Todo estado puede ser superado
(aunque sólo por otro, observó un filósofo)

Tiendo a la superación: esta necesidad, nace
de la insatisfacción; esa tensión sostiene el
pulso evolutivo: quien se sienta satisfecho
no sólo querrá mantener su estado, sino que
opondrá resistencia a cualquier alteración.

La evolución histórica, la producción de
conocimiento y las sucesivas transformaciones
en nuestras condiciones de vida, que nos permiten
gozar o padecer esta realidad que transitamos,
es deudora de esas almas insatisfechas.

No se puede soslayar la importancia del conflicto,
la necesidad de confrontar, oponerse y desarrollar
contradicciones. Esa tensión, es el combustible
de la evolución.

Creo en las tendencias que no se imponen,
creo en lo que tiende a, sin otra pretensión
que sostener esa tensión sin resolver (resolución
es reposo, y del reposo no hay nada que esperar)

La posición correcta fracasó, fue superada por las
tecnologías de diseño y la inteligencia artificial.

La verdad pasó a la oposición. Las mejores conciencias
no vacilan en apostar a la oposición, pero la oposición
está dividida y nadie sabe cual es la verdadera.

sábado, 31 de marzo de 2018

Por otros protocolos

(Ricardo Mansoler)

 

No tengo convicciones, pero tengo pautas.
No tengo valores, pero tengo códigos.
No tengo amigos, pero tengo contactos y seguidores.
No creo en la ley, pero sigo protocolos.

Todos observamos protocolos.
Se puede prescindir de la ley, más no
del protocolo.

Toda acción, aún la más insignificante,
obedece un orden protocolar.

El protocolo, es un orden que contempla y
determina los sucesivos pasos a seguir
para arribar a un resultado predeterminado.

Cada uno, tiene sus propios protocolos
cotidianos, conductas que repetimos como
fórmulas, hábitos adquiridos cuya repetición
se vincula a una necesidad, y su respuesta
más o menos previsible.

Se puede inducir que la vida se reduce
a la aplicación correcta y articulada
de una cantidad de protocolos repetibles.

Cada disciplina, cada actividad humana,
reconoce los que le son propios:
El protocolo del proctólogo,
el protocolo del arzobispo, del carnicero,
del meteorólogo, del asensorista, del jugador
o del gendarme; del agregado cultural, del
traductor, del ideólogo y del enterrador,
el protocolo del taxidermista, del especulador,
del epistemólogo, del turista o del torturador,
son diversos entre sí, como el protocolo del
redactor y el del redactor de protocolos…

Yo tengo mi protocolo para escribir,
pero me lo reservo: no quisera ser
calificado como confesional, ni siquiera
como auto referencial,  tengo
mis códigos; y son parte de otros 
protocolos.


sábado, 24 de marzo de 2018

Estados


(Onésimo Evans)

 


El estado de bienestar fracasó
pero el estado no.

El bienestar es un estado transitorio,
no se puede estar bien siempre. La
estabilidad no produce cambios
significativos, ni genera oportunidades.

El estado no puede dar respuesta a
todas las necesidades, ni puede asistir
a todos. El estado no somos todos,
aunque todos somos contribuyentes:
lo sostenemos entre todos.

Hay quienes viven del estado, quienes
lo administran y quienes hacen fortunas
a costa del estado.

El estado es muchas cosas, pero nunca
es neutral, ni natural: en su estado natural,
el hombre no necesita un estado.

Hay estados, estadíos, estadios
y está dios, que no es neutral ni natural
-como el estado, y cualquier otro
significante- e igual nos ama.

miércoles, 28 de febrero de 2018

Trampas

(Tomás Mercante)



Este poema puede contener escenas de
sexo explícito, excesos verbales
y términos irreproducibles. Leí y pensé:
una trampa, para atrapar al lector incauto,
una oferta que nadie sano rechazaría, un
engaño, que para verificar hay que entrar
en el juego, dejarse engañar…

No: no caeré en esta trampa.
Ningún engaño se concreta sin la complicidad
de la víctima, el engañado. Conocemos bien
este mecanismo; su éxito en la práctica
política está a la vista, y la opinión pública
renueva su vigencia. Hay un placer, pareciera,
en esa complicidad necesaria; en sentirse
engañado, en descubrir el engaño y negarse a
aceptarlo. Esperamos más ¿Hasta dónde
llegará? ¿siempre mintieron? ¿era todo un
engaño?

Al comprobarlo, el engañado piensa: No me
engañan más, no lo voto más. Pero el engaño
se ha consumado con éxito, y no habrá condena
real, ni moral, ni social y los engañados olvidarán
el engaño y a su autor, para adoptar uno nuevo
que hablará del cambio, de la nueva política, del
futuro, oportunidades, reconversiones y otros
excesos verbales. La lengua es dinámica y en
continua evolución, se renueva, siempre aparecen
nuevos términos para adoptar, y adaptarnos a la
nueva realidad -la realidad es cambiante, y
siempre genera oportunidades para emprender
nuevos engaños-

No nos engañemos:  nadie quiere volver al pasado;
la Historia contiene demasiada violencia, corrupción
y engaño. Hay que despegarse y mirar para adelante:
cada uno frente a su pantalla, ahí está todo lo que
se necesita, es cuestión de buscar y seleccionar
una opción: hay sexo explícito para todxs los gustxs.



martes, 27 de febrero de 2018

El poema y el Otro

(Ricardo Mansoler)



El poema de uno empieza
donde termina el poema
del otro.

Es más fácil hacer poemas de otros
que hacer uno de uno, por eso hay
más de aquellos (yo tengo muchos
poemas de otros)

El poema de uno, hay que buscarlo
con paciencia, entre los otros:
A veces no aparece nunca, o bien,
solemos creer que es uno, pero era
otro. No es fácil identificarlo:
No siempre uno se reconoce en lo
propio, y el poema de uno logra
pasar desapercibido para algunos,
hasta que viene otro y lo advierte:
Sólo entonces uno reconoce, y puede
reconocerse en el poema, o no.

No es tarea fácil para nadie
reconocerse a sí, dando por seguro
que es ese y no otro, su poema:
A veces no es ninguno, no hay certeza,
y nos inclinamos a creer que siempre
es otro el verdadero, el genuino, el que
hace la diferencia (hay que diferenciar
entre lo propio y lo adquirido)

El poema de uno, empieza donde
termina el poema del otro.

Puede no terminar de aparecer, no
llegar a buen término y también
no aparecer, pero cuando lo hace
está siempre rodeado de otros.

miércoles, 31 de enero de 2018

Dialéctica y evolución


(Abel A. Borda) 



La misma evolución, nos hizo adoptar
la posición vertical
y la propiedad horizontal.

Sin contradicción no hay evolución.
La libertad no es una opción posible,
no podemos rechazar la evolución.
Estamos condicionados por patrones genéticos,
leyes naturales, condiciones históricas, sistemas
económicos y leyes artificiales.
Estamos condicionados por el mandato evolutivo:
no decidimos hacia donde vamos, somos una
especie nueva, en conflicto con la naturaleza
y consigo misma, que apuesta a la expansión
y al desarrollo indefinido y a la satisfacción
excesiva, como expresión superadora de su
propio impulso evolutivo.

La evolución, es ajena a la voluntad individual,
pero desarrolla voluntades diversas y aspiraciones
encontradas: La contradicción, el conflicto, son
el alimento de la evolución.

¿No tiene fin la evolución? No parece, y si lo
hubiera lo ignoramos. Pero sabemos que no puede
detenerse, no descansa. Nuestra historia es breve
pero intensa. Debemos aprovechar la experiencia
acumulada como especie para poder adaptarnos
a las condiciones del porvenir; quien no se adapte
no tendrá futuro (advierten las autoridades)

La propia evolución histórica, dará cuenta de los
inadaptados, suprimiendo aquellos elementos
faltos de aptitud para adaptarse e integrarse
a las nuevas condiciones del mundo.

La contradicción: Sin ellos no hay contradicción
y sin ésta no hay evolución. 



martes, 30 de enero de 2018

La humildad, condición poética.


(Ricardo Mansoler)



Nadie más humilde que un poeta,
escribía el poeta J.C.

Los verdaderos poetas, son reacios
a reconocerse como tales ¿cuestión
de humildad?

“Un poeta está siempre ocupado
por el enemigo, y resiste. Esta
resistencia clandestina es la base
de su trabajo”

El trabajo de resistir; esta idea aparece
en otros poetas conocidos: la poesía
es resistencia al tiempo, a la utilidad,
y a otros mandatos biológicos, sociales
o económicos. Resistencia al sistema
del lenguaje y su función primaria y
oficial, resistencia a la autoridad y al
orden… Hay mucho que resistir para
pretenderse poeta; el enemigo es plural
y el poeta está solo.

Hay poetas pretendidos, y hay pretendientes,
aspirantes y paseantes: casi todo el mundo
en algún momento hace una pasantía por la
poesía, se acercan con la curiosidad del turista.

(Todos fuimos turistas alguna vez, hay quien
nunca deja de serlo, e incluso quien cree
que es la única condición que no se puede
abandonar.
Hay, también, los que viven del turismo,
empresas de turismo, y hasta estados
cuya única industria es el turismo. Pero
es una industria fluctuante, los turistas
van y vienen, en busca de nuevas experiencias,
quieren la novedad, creen que siempre hay
algo mejor por conocer. El turista es, por
naturaleza, optimista)

Pero el verdadero poeta, resiste los embates
del turismo, del optimismo y del oportunismo
y de todo aquello que altere o contamine
su verdadera ocupación.

El poeta vive en estado de ocupación:
está siempre ocupado por el enemigo…

El trabajo de resistir; hay que ser humilde
para subsistir con un trabajo no remunerado,
ni reconocido y continuar ofreciendo resistencia.
Nadie más humilde que un poeta.

Hay poetas tan humildes que no escriben
casi nada: no creen merecer la atención
de otro lector, de uno verdadero: “Es preciso
ser muy humilde para leer un poema y no
combatirlo como a un enemigo”

Hay poetas, que ostentando una humildad
extrema -acaso excesiva- no escriben nada:
ante el impulso de tomar la pluma, vacilan:
ésto que estoy por hacer, podría hacerlo
cualquier otro ¿quién soy para arrogarme
el derecho a protagonizar esta función, por
demás dudosa?

Sólo este grado superior de la humildad
explica al poeta que sólo escribió:

Con humildad, me reconozco el más
humilde de todos.





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