(Ricardo Mansoler)
Es más fácil
hablar sin pensar
que escribirlo. Por
eso prefiero
escribir.
Escribir es raro,
más que hablar.
No cualquiera
escribe, hay que
ser un poco raro,
reconozco.
Aunque no me
vanaglorio: Hay
quienes escriben más
raro que yo
y tampoco busco eso,
no le asigno
un valor especial.
No creo en los
efectos especiales.
Considero que
conviene ser prudente
con las aspiraciones
de lo que uno
emite:
Una buena parte de
lo que se escribe
es para ocultar,
para distraer o producir
efectos buscando
aceptación.
¿Qué oculta la
búsqueda del efecto?
¿Qué oculta la
búsqueda de aceptación?
Yo prefiero sugerir,
abrir caminos que
se abren y no
conducen a ninguna parte,
pero insinúan que
puede haberla.
II
Lo más extraño de
escribir es aquello
que no se puede
ocultar:
Cada escritura
expresa una relación
particular con la
palabra, que habla,
a su vez, de la
propia relación del emisor
con el mundo que lo
emitió.
No deja de ser una
rareza hacer cosas
con palabras,
elementos ambiguos y
discretos que fueron
inventados para
otra cosa.
Leer también es
raro: implica un cierto
aislamiento del
mundo, en busca de una
forma distinta de
vincularse a él.
E implica aceptar,
también, que una buena
parte de este mundo
nos resulta ilegible
por sí mismo.
III
Escribir es fácil,
cualquiera puede hacerlo
bien sin pensar nada
de ésto: yo lo hice.
Aunque es mejor
haber leído algo, en lo
posible de buena
calidad: Hay escrituras
que nos inoculan el
goce de escribir.
Yo reconozco no
haber leído lo suficiente,
pero no escribiría
lo que escribo si no
hubiera leído a
Kafka, a poco de comenzar
mi carrera de
lector.
Es sólo un ejemplo.
Lo ideal sería leerlo
todo, para luego
destilar un estilo propio.
Pero no alcanza el
tiempo, nunca hubo
alcanzado.
Es más fácil
hablar sin pensar
que escribirlo.