(Epifanio Weber)
En
mi casa nadie me hace caso,
salvo
el gato, que hace caso omiso.
Antes
estaba la casuarina, pero no
me
hizo caso y se murió, como le
pasó
a la acacia del vecino.
No
sé cómo será en su casa, si le
hacen
o no caso, no es cosa mía, no
me
meto en la vida privada de ningún
vecino.
Es
un militar retirado, como la mayoría.
Hacen
golpes de estado, declaran el
estado
de sitio y los años de servicio les
corren
dobles mientras dura ese estado:
Un
recurso renovable, y así se retiran
en
la flor de la edad. No conozco a esa
flor,
pero no quiere decir nada:
Los
militares saben ejercer la autoridad,
si
algo saben; pero en casa de herrero…
No
sé si le hacen caso, allá él.
A
mi nadie me hace caso en mi casa, es
difícil
aceptarlo y convivir con eso. Uno
se
siente un cero a la izquierda, cuando
nadie
le hace caso en su propia casa.
Hay
que tener valor y una voluntad de
acero,
asumiendo que el cero tiene su
valor:
Sin él, no dispondríamos del
sistema
binario y nada sería igual.
No
está tan mal ser un cero a la izquierda,
yo
siempre fui de izquierda, soy sincero
aunque
en mi casa nadie me haga caso.
Tengo
aguante, y sé que a mi izquierda
no
hay nada: está la pared.
Entre
estas paredes, la autoridad no existe,
hay
que ser coherente: si hay autoridad,
hay
clases; no creo en esa clase de izquierda.
En
mi casa nadie me hace caso, es natural:
No
lo hacían antes, menos ahora que soy
viejo.
Los viejos pierden toda autoridad..
No
recuerdo haberla tenido, pero con el
tiempo
todo se pierde, hasta lo que no se
tenía.
No
me quejo, lamentarse es una pérdida de
tiempo,
y no tengo mucho. Aunque algunos
dicen
que a los viejos les sobra el tiempo:
Dicen
cada pavada, es mejor hacer caso
omiso
como mi gato, quién sabe por dónde
andará…