miércoles, 7 de mayo de 2025

No toda utilidad es sospechosa

 

(Epifanio Weber)

 

Yo también fui un idiota útil,

concomitaba sin conciencia

y no me sentía mal, ni conocía

la culpa.


Hasta que me lo hicieron saber.

Después, con el tiempo fui

perdiendo utilidad, y empecé a

sentirme mal.


Aunque nadie me lo dijera, me

hacían sentir que no servía para

nada.


Eso me deprimía, era peor que

ser un idiota útil; mucho peor.


Tanto, que hasta pensé en el suicidio.

Sentía que la vida no tenía sentido

para mi, sin aquella utilidad perdida,

que parecía irrecuperable.


Es cierto que hay muchas cosas

irrecuperables que se pierden, como

la juventud y la vida misma, a lo cual

nos acostumbramos:


No aceptarlo sería inútil. Eso me hizo

reflexionar, y abandoné aquella idea;

hubiera sido una idiotez.


¿Acaso es pecado ser inútil?


¿Adónde está escrito? ¿Quién dijo

que era un requisito para ser digno?


Lo asumí con subordinación y valor,

aunque sé que el valor está subordinado

a la utilidad. Pero eso no me hace perder

la dignidad,


Tampoco es para vanagloriarme: Ser inútil

es sólo una forma de ser, no creo ser el único

y tampoco el primero.



 



martes, 6 de mayo de 2025

Incorporación abierta

 

(Valdemar Claramonte)

 

La incorporación involuntaria

puede percibirse como exceso

semántico, por la contradicción

aparente que enuncia.


Pero es parte de la vida, como

otros excesos sin enunciar.


Más allá de los metabolismos

específicos que nos unen

al cuerpo superior de la biomasa,


ese volumen que integramos

en minoría, más allá de nuestra

voluntad altamente organizada.


Más allá de todos los excesos

propios, ajenos o a medio compartir,

la vida es movimiento e intercambio,


Es decir, dependencia: Cultivamos

el intercambio desigual, las relaciones

asimétricas y la funcionalidad del

sexo virtual y el pensamiento digital.


¿Nuestra pertenencia a la biomasa

expresa una incorporación involuntaria?


¿Así lo deseamos, nos gusta serlo?


No parece haber una voluntad común, y

todo indica que la voluntad no existía

entonces, sino que se nos incorporó más

tarde, como producto de la evolución.


La evolución, acaso en curso ¿Sería otro

ejemplo de incorporación involuntaria?



¿Era ésta la evolución que deseábamos?

¿O no pusimos suficiente empeño, y hubo

que resignarse y aceptar ésto?


En tiempos no lejanos, era aceptado con

naturalidad el servicio militar obligatorio.

Tal vez, alguno de mis compañeros reclutas

se hubiera incorporado por voluntad propia,

no lo descarto, aunque no conocí a ninguno.


Ahora, eso es historia, una parte insignificante

de la historia que nos constituye, cuya

incorporación es mayormente involuntaria.


La historia no la hacemos entre todos, ni ésta

ni la que heredamos. Luego, la incorporamos

como parte de la educación obligatoria.


Pero sólo incorporamos una parte: la que

deciden nuestros educadores de turno. Las otras

partes las conoceremos después, o no, dependerá

de la propia voluntad, ya formada y educada.


¿Cuántas más cosas somos capaces de incorporar

en forma involuntaria?


Es difícil aventurar cifras, las capacidades no son

las mismas y nadie es igual a nadie. Pero se puede

seguir incorporando con normalidad:


Mientras sea con sentido, no hay violación.



lunes, 5 de mayo de 2025

Otras lecturas posibles

 

(Eleuterio York)

 

No se puede escribir para todo el mundo,

afirmaba un poeta no reconocido.


Si se pudiera, yo no lo haría, por respeto

a mis principios.


Tampoco se puede escribir para ninguno,

sólo es posible escribir para alguien

a quien no se conoce.


Podría tomarse como un ejercicio individual

de conocimiento, pero nadie escribe para sí

mismo, para reconocerse, ni mucho menos

para la lengua:


Ella no se alteraría si tuviera que prescindir

de nuestros poemas, ni se enteraría.


Hay quienes escriben en defensa propia:

Algo hay que hacer en este mundo febril,

vertiginoso, para no ser condenado por

la opinión pública y sus profetas de la

cultura del trabajo.


Aunque no sea un oficio reconocido

y se lo asocie al ocio, no deja de ser

una actividad, no más dudosa que otras.


Pero no se puede escribir para todos.

No lo aconsejaría, y si pudiera hacerlo

no lo haría. Me parece una pretensión

desmesurada y excesiva.


No sé si otros saben para quien escriben

lo que escriben, yo no, y nunca me afectó.


No habría que descarta la existencia de un

lector imaginario. Ese lector ideal, que no

conoceremos y tal vez se parezca un poco

a nosotros.



domingo, 4 de mayo de 2025

Clasificaciones útiles

 

(Eleuterio York)

 

Detesto ésto, tanto como

detesto ésto otro,

o tal vez más.


Aunque puede que haya

cosas más detestables.


Es útil detectarlo

y establecer un orden jerárquico,

de arriba hacia abajo, o a lo sumo

de abajo hacia arriba:


Es preferible lo primero, descender

es más fácil;  siempre descendimos

con éxito.


Ahora estamos descendiendo

y así seguirá siendo, aunque

nos parezca detestable.


Las clasificaciones son tan aburridas

como necesarias, ya que constituyen

una forma de conocimiento:


Sin reconocer lo que se detesta, no

habrá forma de no seguir detestándolo

hasta que cesen las condiciones que lo

producen.


(Salvo que haya otro que deteste lo mismo

y se haya tomado el trabajo de detectarlo 

y actuar en consecuencia)


Pero no se puede confiar mucho en el otro,

nadie quiere trabajar más de lo necesario:

es algo razonable ya que es detestable.

 

(Salvo que sea en forma voluntaria, en 

algún trabajo digno y deseable, de esos 

que aún no han sido detectados)


sábado, 3 de mayo de 2025

Controla las emociones negativas

 

(Germán Singerman)

 

Controla tus adicciones.

Controla tus excesos.

Controla tus aversiones.


La aversión, el recelo, el rechazo

como la simple sospecha o el asco

irracional, son versiones negativas

del odio primordial.


No te excedas en la emisión

de emociones de signo negativo,

como el rencor, o la envidia:


Todos tenemos algo que envidiar

desde que somos imperfectos.


Nadie es tan perfecto como para

no tener nada que envidiar, ni

odiar a nadie.


El odio es un recurso natural

que nos hace más competitivos

para vencer al enemigo, o

superar al prójimo como deseamos:


Tal es el mandato biológico que portan

nuestros genes y nos hizo superiores.


El odio es constitutivo, y por tanto

inevitable: Quien no odia, no ama.

Quien no tiene enemigos, tampoco

tiene amigos.


Todos tenemos enemigos, aún cuando

no los hayamos reconocido todavía.


Se cree que es el sentimiento más

antiguo entre nosotros, el único que

siempre nos acompañó.


Pero hay que ser mesurado y evitar

los excesos: El odio controlado es

más productivo.


viernes, 2 de mayo de 2025

Un antídoto específico

 

(Serafín Cuesta)

 

No puedo estar en todo,

soy sólo un antídoto.


No puedo todo,

ni puedo contra todo:


soy un antídoto específico,

como todos.


Cada uno tiene su función

y su enemigo:

Funcionamos por oposición.


Fuera de eso, nuestra capacidad

de acción es nula.


El enemigo es uno, basta reconocerlo

para entrar en acción y neutralizarlo.


Sin su presencia verificada, toda

acción nos es ajena y mantenemos

la condición pasiva, sin antinomia.


Así es la vida del antídoto, nada

apasionante:


Es el costo de la especificidad,

haberla alcanzado nos restringe.


Habemos tantos antídotos como

venenos, o quizás más. No sabemos

porque no nos conocemos.


No existe un antídoto genérico,

siempre fuimos específicos.


Tal vez si nos uniéramos, entre todos

podríamos con todo y contra todo.


Pero acabar con todo, significaría

también el fin de nuestra función

específica: No habría necesidad,


ni oposición posible.


jueves, 1 de mayo de 2025

Miembro externo

 

(Carlos Inquilino)

 

Hay muchas causas perdidas

en el curso de la acción.


La acción humana, que es una

forma específica de la actividad

sensible, está sujeta a los vaivenes

de la ganancia y la pérdida.


Una causa perdida, puede significar

el triunfo de otra: Todos perdemos

algo con las causas que se pierden,

aunque nos identifiquemos con las

otras.


Los movimientos son mayormente

impredecibles. Las acciones suben

y bajan como un niño en el subibaja.


¿Quién no ha sido ese niño?


El problema de este juego

es la dificultad para jugar solo:

Hace falta que otro baje para

poder subir.


Luego, el movimiento se mecaniza

y se reproduce con normalidad..


Las causas caídas en cumplimiento

del deber, no son más reconocidas

que otras.


Todas las causas tienen una vigencia

acotada, así como nosotros. Algunas

parecen más humanas.


Pero la verdadera causa humana, la

que nos movió a hacer todo lo hecho

en el curso de nuestra discreta historia,

y continuar repitiéndolo, esa no la

conocemos.


Tampoco importa mucho: El mundo

siempre confió más en los hombres de

acción que en los hombres de palabra.

Siempre aparecen nuevas causas para

abrazar, aunque no sean tan nuevas.


Todas muestran una parte abrazable,

hasta completar su efecto y declinar.


Es normal, que como buenos miembros

necesitemos compartir lo que abrazamos

y abrazarnos a aquello que vale la pena

compartir, aunque no dure demasiado.


En el suibaja de la vida, jugar solo

es aburrido.


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