martes, 17 de marzo de 2015

Taxonomía

(Ricardo Mansoler)
                              

"Los animales nos hacen más humanos"

Los animales son como las armas:

pueden ser peligrosas, pero resultan

útiles para el que sabe manejarlas.


Su posesión brinda seguridad, -uno nunca

sabe cuando puede necesitarlas- lo mismo

que el conocimiento.


El conocimiento es un arma; la producción

de conocimiento obedece a la necesidad de

producir cada vez mejores armas.


Somos la única especie que produce armas:

las armas, como los animales, nos hacen más 

humanos.


Hay armas genuinas y dudosas, nobles e

innobles: como los animales.


Animales nobles son aquellos que podemos

domesticar y nos prestan algún servicio:

ya sea que nos brinden su compañía, su amor,

su trabajo ó sus proteínas. 



Ser domesticable y útil:   dos cualidades que

ennoblecen al animal   -incluído el animal 

humano-



Animal noble es el caballo: una vez sometido

(educado) se adapta sin quejas al trabajo más

duro; responde bien a los sistemas de comunicación

humanos, acepta de buen grado al jinete y a la fusta,

a las espuelas y al freno metálico en la boca, y 

agradece la herradura que le clavan en las patas.


De acuerdo al estímulo aplicado, el flete decodifica

e interpreta: si queremos andar al paso, al trote ó

requerimos un galope corto ó largo...



Innobles son aquellos que no sólo no nos ofrecen

ninguna prestación, sino que pueden también

ocasionarnos molestias o perjuicios.


Algunos, aún cuando no nos molesten, pertenecen a

esta categoría por gozar de una apariencia desagradable:

sapos, gusanos, arañas, cucarachas y sobre todo las

ratas, nuestro ancestro mamífero, que además de su 

indeseable apariencia es portadora de enfermedades

y pestes.



La abeja es noble, contiene profusión de utilidades:

a la polinización de los cultivos se agregan todos sus

nobles productos -miel, polen, jalea real, propóleos-

pero si se nos acerca demasiado, lo más seguro es

ultimarla sin demora y sin culpa: es legítima defensa.



La babosa pertenece al orden de los gasterópodos, como

el caracol: son seres que se arrastran -y pueden, incluso

reptar por las paredes- seres casi líquidos, mucho más

antiguos que nosotros y que la mayoría de los animales

que todavía nos acompañan.



Si priváramos a un caracol de su carcaza, sería difícil

distinguirlo de una babosa, tanta es su semejanza. Sin

embargo, esta diferencia es suficiente para otorgarle un

rasgo de nobleza a uno -simpática criatura que transporta

su casita- y despreciar al otro: inmundo bicho que se arrastra

como una gelatina informe, húmeda, viscosa y tan desagradable

al tacto como a la vista, y que además devora nuestras plantas.



La baba de caracol es muy apreciada por sus propiedades

dermatológicas. No así la baba de babosa.

lunes, 16 de marzo de 2015

dignidades

(Remigio Remington)



Los pueblos originarios

siempre respetaron al peatón,

pero somos un país de inmigrantes

-dicen las autoridades descendientes

de inmigrantes-  no de peatones.



En un principio 

todos fuimos inmigrantes,

más tarde fuimos descendientes.


Hoy seguimos descendiendo,

aunque mantenemos diferencias:

descendemos de distintos vehículos


-hay diversas formas de descender,

pero la autoridad está determinada por

el objeto del que se desciende, antes que

por la dignidad con que se descienda-


La dignidad desciende,

continúa descendiendo a un ritmo

sostenido.


Se sostiene: El hombre desciende

del trabajo -descender es trabajoso, 

aunque menos que ascender-


Cualquier trabajo honrado da dignidad

a un ser humano, dicen.


Pero el que es digno no necesita

reconocerse como tal a través del

trabajo.


Ser digno no da trabajo:

dar trabajo no es digno,  ni es dar  

(dar, no siempre es un verbo asociado 

a la dignidad:  Hay dadores de distinta 

especie: ha quienes dan por necesidad, 

quienes dan para recibir -para recibir más 

que lo que dan- y quienes dan porque necesitan

deshacerse)


La dignidad no es algo que se obtenga

ó se negocie -se es digno o no se es-

ni que pueda trabajarse:
.


Ningún trabajo es del todo digno. 



domingo, 22 de febrero de 2015

Oíd el ruido

(Tomás Mercante)



Todo lo que somos

lo debemos a la reproducción,

y el resto a la producción:


La producción y la reproducción,

tal como las conocemos, son

producto de la división.


Podemos mantener opiniones divididas,

pero la producción de conocimiento

no puede detenerse:


Necesitamos conocer más

para poder producir más -somos el

producto de lo que pudimos producir-


Los niveles de producción alcanzados

no serían posibles sin la división

del trabajo.


La forma superior de reproducción

es la división. Las más altas expresiones

que produce la naturaleza humana -la

música, las matemáticas y otros productos

del pensamiento abstracto- son fruto de

la división.


La música, disciplina rigurosa, procede

de esta operación elemental: separar lo

que perciben nuestros sentidos, dividir:

ruido y sonido.


Sabemos que la música se hace con sonidos,

pero aislar y clasificar los sonidos no es

sencillo:   primero hay que poder definir.


Durante miles de años, el hombre no sabía

definir el sonido, ni siquiera el ruido: -aunque

fuera capaz de producir ambos-


Deambulaba a tientas, emitiendo, incorporando,

repitiendo sin saber, intercambiando ruidos y

sonidos sin sentido.


(En un principio sólo había sonidos y silencio:

todo material sonoro provenía de la Naturaleza;

sólo había silencio y sonidos naturales   -que

solían interpretarse como señales de peligro:


el hombre teme a lo que no conoce-)


En un principio todo era sonido:  no se necesitaba

el sentido. Pero el hombre no conocía la naturaleza

del sonido -ni sus propiedades y utilidades-  No conocía

la palabra sonido: No tenía conciencia, ni palabras:

sólo podía emitir sonidos sin sentido  (emitir sonido es

más fácil que emitir sentido)


Esbozaba alguna música con su voz ó valiéndose de

instrumentos precarios, imitando los sonidos de la

Naturaleza  (hoy sabemos que la naturaleza no tiene

ningún sentido)


Podía emitir sonidos, pero no podía emitir sentido:

No había comercio ni intercambio posible; sus sonidos

carecían de valor.


Con la conquista del lenguaje articulado, cobró

conciencia de la necesidad de dividir:  condición

necesaria para articular, tanto como para la actividad

comercial y la actividad consciente  -sin división, no

habría actos conscientes e inconscientes-


Gracias a la conciencia, distinguimos

ruidos y sonidos:  ruido es sonido no deseado.


Gracias a la conciencia, podemos hacer consciente el

deseo  -aunque la voz de la conciencia es silenciosa-

y determinar si percibimos ruido ó sonido.


(El sonido incluye a todos los ruidos:

sólo lo no sonoro no es sonido)


Ahora, mientras escribo, oigo voces ajenas que

provienen de casas vecinas. Puedo afirmar sin

vacilar: es ruido, para mi, que desearía no oírlas,

aunque para ellos sea sonido.


Hay consenso en que es ésta la definición más

precisa para el ruido:   Sonido no deseado.


Pero no habrá consenso más allá de esta definición:

Cada uno decidirá por sí mismo qué sonidos desea

en distintas ocasiones.


Curiosa paradoja, el ruido:   para poder definirlo

en forma precisa y objetiva, hay que recurrir al

deseo,   lo más subjetivo que puede emitir

un sujeto.



sábado, 21 de febrero de 2015

Es vano

(Tomás Lovano)



El hombre tiene dudas,

la mujer tiene hijos.


Hay hijos dudosos y dudas

que descienden:


El hombre tiene dudas

y tiene inclinaciones

-la mujer tiene hijos:

Hay hijos de la duda, del

deseo y del azar-


Nada es seguro, no hay

certezas para un hijo que

desciende...


O hay una:

se desciende

de necesidades ajenas


Ser hijo es un estado dudoso:

Se desciende de la duda, del azar

o del deseo: un hijo nunca sabe


(es vano preguntar

al padre ó a la madre:

El hombre tiene dudas,

la mujer tiene hijos)


es vano consultar oráculos

o interrogar a otros descendientes,

es vano preguntarse:


un hijo nunca sabe,

el  hijo  nunca  elije.






sábado, 31 de enero de 2015

Conciencias naturales

(Dudamel Rambler)



Hay vida consciente e inconsciente,

conocemos: sin conciencia no hay

conocimiento -conocemos la necesidad

de tener conciencia: tomar, cobrar, crear,

formar, tener, hacer, son verbos que se

conjugan con conciencia-



Hay que expandir la conciencia:

La adquisición de la conciencia es producto

de la evolución, y condición para acelerar

el ritmo evolutivo. 


(Si no fuera por la conciencia, seríamos

criaturas primitivas, impulsivas, arbitrarias y

violentas:

La conciencia permite controlar y limitar

esa naturaleza agresiva por medio de la

autocensura, la autorrepresión, la sublimación

y el deporte:  el deporte es la continuación de

la guerra por otros  medios:  la guerra, es la

continuación de la política por otros medios:

la política,  es la continuación de la economía:

-que no es una ciencia exacta, y acaso tampoco

sea una ciencia-  que es la expresión del Orden

Natural)





sábado, 24 de enero de 2015

Humano

(Tomás Mercante)

 

 


Humano es dividir

las funciones del sujeto:

deseo / goce / placer

son términos precisos que

debemos a la división


(emitir deseos, obtener placer,

producir goce, es todo cuanto

puede hacer un sujeto)


Humano es dividir en funciones

dividir el tiempo, dividir el trabajo

y dividir el pecado.


Dividir los cuerpos

y generar anticuerpos.




El cuerpo humano es un cuerpo

dividido:  se puede compartir,

algunos comparten la necesidad

de sentirse miembros -los cuerpos comparten

necesidades y algunas aptitudes divisibles-

Humano es la palabra vivisección.


Para ser objetivo hay que dividirse:

abstraer todo residuo de subjetividad de

la conciencia del sujeto -el sujeto está

dividido, la división es común a todos

los sistemas sociales; es el común denominador:

todos los sistemas son producto de la división-


Humano es pronunciarse

en sentidos que pueden dividirse.

Humano es aceptar la división del tiempo

y el espacio, para poder medir y comparar,

y establecer nuevas medidas.


Humano es dividir la materia

hasta su mínima expresión

para divisar a dios

y verificar su divisibilidad infinita.


Humano es dividir el amor

y amar de modo divisible:

amar a dios -que es amor-

por cuya voluntad divina podemos

dividirnos, subdividirnos, mientras

la vida nos divida.


Humano es dividir,  subdividir.

Humano es abrazar una divisa,

adquirir divisas y obtener dividendos.


Humano es cultivar la fe, en sus

diversas expresiones, y confiar

en divinidades divisibles.







sábado, 3 de enero de 2015

Conocimiento empírico

(Asensio Escalante)




Toda experiencia es única,

podemos repetir  -la repetición

es una experiencia única: no se

parece a ninguna otra-




Incorporamos experiencia por repetición:

incorporar es un hábito automático,

nada se incorpora por capricho del azar

u ósmosis:  una vez que comenzamos

a incorporar, ya no paramos; repetimos.




Si somos sensatos seremos selectivos:

tomaremos sólo lo justo y necesario,

pero si somos justos, no podemos ser

selectivos.




Hay que ser cautos: no toda experiencia

es necesaria ni todas las acciones

necesarias requieren experiencia.





La experiencia innecesaria

conspira contra la sana acumulación y

la agregación útil que conforman

la buena memoria: Sin memoria no hay

verdad, y sin verdad no hay justicia.





Pero hay vida: hay vocaciones, necesidades,

aspiraciones y relaciones de producción, hay

valores e intercambio de valores:  hay

consumo y toma de utilidades.





Es útil agregar valor a todo, nos enseña

la experiencia: agregar es una experiencia

invalorable que puede repetirse, como

los buenos hábitos.




El hábito de la lectura es un buen hábito

No quiero ser esclavo de mis palabras,

dijo el amanuense manumiso  (y se volcó

a la lectura, para incorporar otras

palabras y así poder emitir una voz

liberadora: emitir es liberar)





Pero no se puede leerlo todo: nuestra

capacidad de agregación es limitada, y no

todo lo legible agrega valor  (aunque todo
 
lo que se incorpora agrega algo)




La lectura es un buen hábito, sólo cuando

hay capacidad selectiva:  Para saber elegir

hay que haber leído lo suficiente.





Hay que ser cautos con la incorporación

de hábitos: hay tres clases de hábitos:

buenos, malos y dudosos:  conviene dudar.


El hábito de dudar puede considerarse

un buen hábito,  aún cuando no parezca

ser algo natural:  la duda es condición

del conocimiento,  y conocemos

la naturaleza de los hábitos:





Todos pueden evolucionar en vicio

(Hay tres clases de vicios)







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