(Ricardo Mansoler)
Digamos que no
No estoy anoticiado
ni
tengo noción de
todo
lo que ignoro,
pero
nada me anonada, ni
me anonadaba anoche.
me anonadaba anoche.
Digamos que no
No comparto, no es
tiempo
de compartir y no
creo en el
tiempo compartido.
Ahórrense su
tiempo, su oro,
su excremento.
No creo en el ahorro
forzoso
ni en la
conciliación obligatoria.
No creo en
obligaciones negociables
ni en la
recomposición del consenso:
No creo en el
consenso, ni en la gestión
ni en el equipo.
Digamos que no:
no es difícil decir
no; no hace falta
una buena sonrisa ni
una buena
dentadura; ningún
diente es necesario
para emitir la ene
de no.
Digamos que no:
se necesitan más
respuestas negativas.
No hace falta decir
nada:
se puede negar con
la cabeza, con el
cuerpo, con el alma
ó el miembro.
Hay negativos y
negadores, negados,
abnegados;
negacionistas y negociadores,
negociantes y
negociosos.
No podemos negar la
realidad:
una realidad
predominantemente negativa.
No podemos negar la
utilidad del signo
negativo, negarlo
no es negocio: todo
negocio es negación;
negociar es negar.
Los negocios mueven
al mundo (un movimiento
gobernado por la
producción y la necesidad de
producir utilidad:
la utilidad es el fin último de
todo, si hay
evolución es sólo porque es útil)
Toda la historia
humana es una sucesión de luchas
y conflictos: el
conflicto siempre es útil, se lucha
por utilidades y se
lucha por hacer del mundo
algo cada vez más
útil.
Digamos que no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario