(Ricardo Mansoler)
Todo poema es
autobiográfico,
aunque hable de la
suricata
o de la lluvia, de
clepsidras y tritones,
del neutrino, el
papemor o de la usura.
Todo poema -aún
aquel que no sabe
de qué habla- es
una extensión del
sujeto que lo emite,
una propagación
de la contradicción
íntima y acérrima
entre aquel y el
mundo.
Todo poema es una
forma de vida
-hay formas dudosas
y diversas: no hay
uniformidad sobre el
sentido ni el origen
de la vida-
Hay vidas y hay
poemas:
vidas que alcanzan
alguna resolución
poética, y vidas
que no alcanzan -lo
normal es que no
alcancen-
Hay vidas intensas y
sosegadas, pero
no hay paralelismo;
el poema es ajeno
y suele desmentir
cualquier correspondencia.
El poema no tiene
historia
ni tiene biografía:
contiene tiempo
pero no sucede;
siempre es presente.
Es un objeto cerrado
y acabado, una
unidad sellada que
permanece indiferente
a las inclemencias
del tiempo y carece
de vida útil, por
lo que puede ofrecer
resistencia al
tiempo.
Pero nunca deja de
ser un hecho
subjetivo, se
reconozca o no.
Todo poema es
autobiográfico,
aún cuando no
presente signos vitales.
(Este es un poema
autorreferencial)
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