domingo, 18 de diciembre de 2016

El neologismo soñado

(Horacio Ruminal)



Si uno no ama lo que hace
sería mejor no hacerlo,
sostienen los que creen en el amor,
en el poder del amor:  un poder
purificador y justificador  -un poder
abarcativo-

El  amor  lo  justifica  todo,
desde el crimen pasional hasta el
sacrificio de la propia vida.

El amor es pasión, y la pasión
es riesgo, es aventura,
como todo emprendimiento.

“Animate a emprender” reza una
publicidad oficial, y concluye:
“alcanzá tu sueño”.

Hay que entender el sentido positivo:
El gobierno promueve nuestros sueños,
soñar no cuesta nada, y no es en vano.
Al gobierno le interesa que los sueños
sean alcanzados, realizados.

Hay que entender: Ellos saben bien
lo que soñamos cada uno, y se muestran
dispuestos a ayudar, a asesorar.

El sueño de todo bien nacido, el sueño
de todo argentino de bien, es tener su
propia empresa. ¿Acaso hay otra cosa
que valga la pena soñar? ¿Hay otro sueño
que merezca emprenderse?

Sueños y aspiraciones son cosas personales,
pertenecen al ámbito de lo subjetivo.
Pero el gobierno te conoce, conoce tu sueño
y se ha fijado un objetivo:
Pobreza cero, y para atacar la pobreza
nada mejor que promover el emprendimiento
y la autoinversión; que cada uno sea su propio
inversor, su propio empresario, asumiendo
que cada cual es responsable de sí mismo.

“Animate a emprender”
nos anima la propaganda oficial, junto a la
imagen de una mujer que amasa, amasa y
sonríe: es feliz -podemos ser más felices-
al realizar su sueño, el sueño de todos,
amasemos o no (hay que captar el sentido
metafórico: amasa, ama amasar, ama lo que
amasa,  está empezando a amasar una fortuna;
pronto no amasará más, otros amasarán por
ella que estará abocada a gestionar
la expansión de su empresa, que seguirá creciendo
en forma ilimitada e indefinida)

El verbo emprender es un verbo abarcativo
de amplio espectro: se emprenden obras,
guerras, revoluciones, interpretaciones y análisis
semiológicos, se emprenden negocios buenos,
malos y dudosos, y llegado el caso se puede
emprender la fuga, y hasta la fuga de divisas.

También ha servido para perpetrar
un neologismo de dudosa consistencia
y más dudosa calidad semántica:

emprendedurismo.

Pero hay que ver el lado positivo. Acaso
la imposición de este artefacto neológico
contrario al sentido estético de la lengua
como a toda sensibilidad poética, venga
a cumplir la concreción de algún sueño…

Hay mucho emprendimiento verbal
dando vueltas.  Animate.




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