lunes, 31 de julio de 2017

Defensa y Justicia

(Asensio Escalante)



La defensa del consumo es la causa más justa.
El hombre más justo es el hombre que consume,
escribía un poeta reconocido en su tiempo
-aunque hoy casi nadie lo consume-

El consumo es un signo vital:
donde hay consumo, hay vida.
Y donde hay un sujeto
hay un consumidor.

Cualquier sujeto, sea ameba, cucaracha,
embajador itinerante, larva, gusano
o arzobispo, consume.

La defensa del consumidor
es la defensa de la vida, bajo cualquiera de
sus manifestaciones.

La vida es un derecho inalienable
de todo sujeto de derecho; cualquier organismo
puede ser sujeto, e incluso sujeto de derecho:
basta que el derecho lo contemple y que el sujeto
lo reclame -los animales podrían gozar de este
derecho, pero hasta ahora no se han manifestado
al respecto-

Sabemos poco de la vida, de su origen, su sentido,
pero creemos que es algo que merece ser defendido,
ofrece muchas y diversas oportunidades y es la
única oportunidad para consumir.

Sabemos que la vida tiene un fin -es nuestra única
certeza- la vida se consume, nos estamos consumiendo,
debemos apurar y optimizar nuestro consumo.

Sabemos que la vida tiene un fin: el consumo.

El consumidor sano acepta su condición
sin cuestionarla, de un modo natural:

Sabe o percibe que todo lo que existe, está aquí
para ser consumido. Sabe que la vida tiene un fin,
pero la carrera del consumidor final no se detiene.




sábado, 29 de julio de 2017

Felicidad y ciencia

(Tomás Lovano)



La felicidad ha dejado de ser algo azaroso,
ya no es una posibilidad sino una obligación:
El mundo tiende al estado de felicidad, dice
la ciencia oficial -no podemos desoírla: la ciencia
es la única verdad-

Las neurociencias cognitivas están colonizando
no sólo a la comunidad científica, sino a toda la
actividad humana. Su expansión inexorable está
imponiendo el pensamiento positivo que ilumina
el camino hacia un futuro venturoso:

No estamos condenados al éxito, sólo a la felicidad
-los felices no necesitan ser exitosos, aceptan su
condición y gozan de ella, y hasta se complacen del éxito
ajeno por medio de la identificación-

La felicidad verdadera está en las cosas simples:
los neurotransmisores, la neurobiología,
la bioingeniería genética, la arquitectura legal,
la ingeniería financiera y la seguridad jurídica.

Hay que creer o reventar -aunque la primera opción
parece más feliz: los escépticos no suelen alcanzar altos
niveles de felicidad-

No se puede ir contra la evolución, ni volver al pasado.
El desarrollo de nuestro capital humano requiere
integración y adaptación continuas; todo es dinámico,
la vida es movimiento; hay que disfrutar de la movilidad
propia, la movilidad social y el movimiento uniforme:
de casa al trabajo y del trabajo a casa.

La aptitud de adaptación es condición evolutiva
y hace posible la integración. Es más simple aceptar
que rechazar, más fácil integrarse que oponerse:
La felicidad está en las cosas simples. El ser positivo
suma y se integra, se suma y comparte.

Creemos en la integración; integrando la fe y la ciencia
accedemos al pensamiento superador de la mística
cuántica: Ya no hay necesidad de cambiar el mundo,
ni siquiera de interpretarlo; basta observarlo, saber
observar “dado que la observación afecta al objeto
observado, podemos, como observadores, elegir el mundo
en que queremos vivir.  Para hacerlo, debemos enfocar la
energía de nuestra mente para hacer la observación adecuada.
De este modo, la mente podría controlar el mundo material
en el que vivimos”

El activismo cuántico viene a conciliar
el conocimiento científico con la energía espiritual,
la razón con la fe,
el espíritu con la materia.

Podemos ser más felices, dijo una voz popular...

lunes, 24 de julio de 2017

El odio absoluto

(Onésimo Evans)



La agresión, como la agregación
signan la vida humana y su impronta
evolutiva, expresada en su naturaleza agresiva
y en la necesidad constante de agregar:  El
hombre necesita agregar más violencia
a la existente en la naturaleza, la violencia es
un medio para agregar valor a los valores naturales
establecidos,  como la agregación.

Creemos en el odio primordial como
noción fundante de todo sistema
de valores, y en el valor agregado
como signo evolutivo.

La Naturaleza contiene violencia,
por necesidad. La necesidad es violencia,
señalaba Aristóteles, y la historia humana
rebosa violencia, se sostiene en ella:

Siempre se imponen las acciones violentas.
Marx agregó su metáfora: La violencia es
la partera de la Historia.

Hay una violencia natural y una artificial.
El hombre es el único organismo que crea
objetos y necesidades artificiales.
El arte, como el deporte, son formas de
canalizar la violencia natural de un modo
artificial.

El hombre se diferencia del resto de los
seres animados, por su capacidad superior
para emitir violencia: Su naturaleza violenta
lo enfrenta a la Naturaleza.

La Naturaleza contiene violencia: la necesaria
para controlar y mantener el equilibrio; todas
las especies tienden a expandirse, como algo
natural. No hay expansión sin agresión, es
necesario agregar, y no hay expansión ilimitada.

Somos criaturas altamente expansivas, una
condición que sólo conoce el límite de la
propia capacidad autodestructiva.

El hombre ama y odia en diversa proporción,
pero el odio es más antiguo que el amor,
advertía Freud (aunque son sentimientos
inseparables: quien no odia no ama)

Somos una especie que no tolera la estabilidad,
y cuya naturaleza inestable produce cambios en
sus condiciones naturales:

Ningún animal altera tanto la Naturaleza.

“El odio es el caudillo del cambio. Mientras
que el amor es el patrono de la estabilidad”
pensaba Nietzsche.

“Se está acabado, se es un muerto en vida, no
cuando se deja de amar, sino de odiar. El odio conserva:
en él, en su química, reside el ‘misterio’ de la vida”
-E.M. Cioran-

Hay que agradecer lo que somos a la naturaleza
agresiva: le debemos gratitud al Odio Primordial.
Sin él, valdríamos poco, o nada, y no habría forma
de poner en valor la especie y mucho menos
agregar valor.



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