(Horacio Ruminal)
“Cada sociedad
tiene todos los delincuentes
que merece”
Esta frase, acuñada
hace tiempo
por Ema Goldman, no
parece perder vigencia.
En ocasiones, la
sociedad no sabe que hacer
con sus
delincuentes, más allá de que acepte o
no su merecimiento.
No sabe donde ponerlos;
a algunos los
encierra, a otros los tolera.
Es difícil que el
brazo de la ley pueda llegar a
todos: las
instituciones son imperfectas, la justicia
es siempre
perfectible, como sus administradores.
Constituímos
sociedades imperfectas -acaso sean
las que merecemos-
de lo contrario no habría
delincuentes.
Hay sociedades que
no saben donde poner a sus
delincuentes. Las
instalaciones no resultan
suficientes.
Algunos estados invierten mucho en
obra pública,
apostando a la construcción de nuevos
centros carcelarios,
pero no parece una inversión
sustentable: si se
los encerrara a todos, la economía se
resintiría: la
delincuencia explica una buena parte de
la actividad
económica, y a los ojos de muchos electores
luce como un
emprendimiento exitoso.
Pero hay sociedades
que parecen haber encontrado una
fórmula superadora,
resuelven el problema de los
delincuentes
integrándolos al Estado, poniéndolos a
gobernar y a manejar
la economía: Como funcionarios
públicos, se ve
facilitado su control por parte del Estado,
y la opinión
pública confía en que puedan reproducir
en la gestión
pública, el éxito obtenido en la actividad
privada.
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