lunes, 28 de mayo de 2018

Hormigueros

(Carlos Inquilino)




Las hormigas viven el presente,
tienen una línea de conducta;
trazan surcos en el jardín que
describen el trayecto que puede
conducir al hormiguero, que es su casa
y está dentro de la nuestra (aunque
podría ser lo contrario: el mundo como
un gran hormiguero que estamos invadiendo.
Parece más verosímil, son mucho más antiguas
y todo indica que nos sobrevivirán: estamos
de paso, somos un mal pasajero, en ambos
sentidos)

Criaturas pequeñas y laboriosas, confían
en el número; la cantidad es poder:
Podemos destruir el hormiguero pero no
acabar con las hormigas.
Sólo si hacemos a tiempo para discontinuar
el reino vegetal, desterraremos a las hormigas.

Mientras tanto, seguirán reproduciéndose
como lo hicieron siempre, copulando y
desovando: obedeciendo el mandato genético.

De las hormigas proviene el ácido fórmico
(formica es hormiga en latín) que es lo que
produce ardor cuando nos pican.

No suelen andar solas, forman un río oscuro
y formiforme (escribo desde mi mesa de fórmica)

Cuando las hormigas fornican, producen ácido
fórnico, a diferencia de nosotros que producimos
un ácido agridulce de nombre fatigoso
pero sin valor comercial, ni utilidad
residual. 

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