(Horacio Ruminal)
Vos también podés lucir un cutis envidiable,
un cuerpo perfecto
o imperfecto
pero envidiable.
La envidia no conoce límites,
y es uno de los sentimientos más populares.
Nos envidiamos,
y sabemos que nos envidian
en alguna medida
todos tenemos algo que envidiar.
La envidia, un sentimiento
inclusivo y divisible:
tres sílabas,
tres clases de envidia:
La sana envidia, la patológica y
la genérica, común a todo sujeto sano.
La sana, es un deseo saludable
hacia atributos o propiedades ajenas
como la salud, la belleza, la sabiduría.
Nada más sano que envidiar lo sano:
un cutis lozano es un signo de salud,
su portador ha de ser un ser sano
o sana, o sane en las alturas.
Todos tenemos algo que envidiar,
así como algo que puede ser envidiado
o bien, despertar envidia.
La envidia, es un sentimiento constitutivo
del sujeto, está siempre, bajo diversas formas,
pero necesita despertar.
Es bueno conocer, el conocimiento es un arma
que sirve también para despertar envidia: solemos
envidiar a aquel que sabe más de lo normal.
A medida que se avanza en el autoconocimiento, el
iniciado descubre que envidia más de lo que
sospechaba. Es como un despertar.
Hay que sospechar del que dice no envidiar nada
a nadie: Si fuera sincero no sería sano.
No pocos encuentran cierto placer, o goce
en despertar envidia. Así, hay quienes hacen cosas
sólo por acceder al goce que les despierta esa envidia
despertada.
Es conocida la confesión de un emprendedor, un self made man,
o empresario exitoso, poseedor de una de las mayores fortunas:
Todo lo que conseguí, es fruto del esfuerzo personal , y la
aventura de asumir riesgos y aceptar desafíos para poder crecer,
pero siempre pensando en los demás, pensando en el Otro.
Yo sólo quería despertar envidia.
Se sabe que el odio es más antiguo que el amor (Freud habla
del Odio Primordial) pero menos que la envidia, un sentimiento que
conocíamos desde antes de erguirnos y liberar las manos
para fabricar objetos y desarrollar otros hábitos dudosos.
Se podría aventurar, a favor de la envidia, que lejos
de ser un sentimiento negativo, es acaso el más humano
y al que debemos casi todo lo que somos, ya que hizo posible
la competencia, es decir el desarrollo.
No es descabellado deducir que, sin el impulso
y estímulo de este sentimiento esencial, todavía
andaríamos en cuatro patas, colgados de los árboles,
sin poder gozar de las maravillas de la civilización
y reducidos al mero goce de los cuerpos.
No, no nos une el amor, ni siquiera el espanto
y mucho menos la necesidad
o la patraña de la aspiración al bien común:
Es justo reconocer y reivindicar, sin espantarse,
el papel de la envidia, la sana envidia, no confundir.
Por último, es posible que la lectura de este poema
despierte alguna envidia por la calidad de su prosa,
virtuosa y desusada. Habrá quien niegue, incluso,
que éste sea un poema. Puede que estén en lo cierto,
o bien, una reacción provocada por la envidia.
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