(Vicente Narioh)
La escritura nos sirve,
sirvámosle.
Escribir es pensar: sólo escribo
lo que pienso -si lo pienso más
no lo escribo-
Hay que ser cuidadoso
con lo que se pìensa -no dejo de
pensar: No hay que escribir todo
lo que se piensa-
Descartar, escribir es descartar,
seleccionar. La conciencia selectiva
se debe ejercitar en forma permanente.
La selección y el descarte,
constituyen
la mayor parte del oficio de escribir
-descartar más de lo que se escribe
es la condición no escrita del acto
poético-
Las obras perdurables son el resultado
de una minuciosa selección, trabajo
que
sólo puede ejecutar una muy
desarrollada
conciencia selectiva (la propia
conciencia
es producto de la selección natural)
Pero tan necesarias son las obras
perdurables
como las otras: las perecederas, las
soslayables
y las efímeras. Hay un crecimiento
sostenido
de la demanda de productos
descartables.
La escritura nos sirve, más allá de
lo que seamos
capaces de hacer con ella.
Algunos escriben lo que otros
descartan,
y hay quienes abrevan en lo que otros
escribieron,
para producir obras descartables.
Nadie puede prescindir
de lo que escribieron otros, nadie
puede
prescindir del otro: se escribe por
otros
y se escribe para otros.
'El plagio es el punto de partida de la
actividad
creadora en el arte nuevo'
(Esta frase no me pertenece -como
tampoco otras-
Es de otro, pero el plagio no es nuevo)
Es de otro, pero el plagio no es nuevo)
El otro, es la única condición
necesaria para escribir,
necesitamos a otros, recién entonces
puede haber otras
necesidades.
“Yo soy un otro” dijo el poeta
francés que no
envejece, y tan temprano puso fin a su
producción
poética abandonando su patria en busca
de aventuras.
“La patria es el otro” dijo una
presidenta del Cono Sur
-acaso en un intento de reafirmar esa
búsqueda de
identidad que los pueblos se empeñan
en no abandonar,
a pesar del desarrollo desigual y los modelos inclusivos
que insisten en incluir la desigualdad-
a pesar del desarrollo desigual y los modelos inclusivos
que insisten en incluir la desigualdad-
No sabemos quién es el otro.
Sí sabemos, es distinto, es un
extraño -y todo extraño
puede encubrir a un enemigo-
“Yo soy uno de nosotros”, había
dicho 40 años antes otro
presidente del mismo signo, en el
mismo lugar, a la vuelta
de su largo exilio, para diferenciarse
de todos aquellos que
esperaban otra cosa (un cambio de
signo).
La escritura nos sirve,
sirvámosle.
Algunos escriben por necesidad,
otros por casualidad y otros
por descarte.
También están aquellos a quienes
la escritura les sirve para poder
ser otros.
Y hay los que no saben por qué
escriben: escriben para saber.
Escribir, suele ser una actividad
solitaria,
un hecho individual, pero necesita la
existencia de otros.
Todo lo que alguien puede escribir
guarda relación con lo que escribieron
y escriben otros. También con los
otros
que no escriben: todos los otros, son
potenciales lectores (es difícil para
el
que escribe tener un juicio ó
valoración
objetiva de su producción si sólo
cuenta
con la opinión propia)
Es conocida la caracterización que
Arlt hacía
de aquellos escritores que quería
denostar:
“A ese no lo lee ni su familia”
Más que elocuente, la intención
descalificadora,
pero sin pretender cuestionar la
eficacia de la
sentencia, ni los recursos retóricos
de su emisor,
me permito discrepar, en el nombre de
todos aquellos
que persistimos en la producción de
obras que no son
objeto de lectura familiar...
¿Acaso se debería confiar en el
juicio de personas
ligadas emocional ó afectivamente a
uno?
¿Puede esperarse una valoración
objetiva ó un juicio
ecuánime desde el propio núcleo
familiar?
¿Hay algún sustento para creer en la
insitución familiar
-conservadora por naturaleza- como ente
de califiación
ó autoridad de aplicación para el
juicio de una obra
literaria?
¿Hay que creer en la familia, la
tradición, la propiedad?
¿Qué relación hay entre familia y
sujeto escritor?
Es bien sabido que la familia suele
tolerar esta inclinación
-adicción- de uno de sus miembros,
como una enfermedad
ó una pequeña desgracia -un problema
con el que hay que
acostumbrarse a convivir- salvo en el
caso en que todos
puedan vivir de ello, lo que no ocurre
casi nunca.
Suele ocurrir, incluso, que la familia
perciba este hecho
como una 'traición': toda familia
tiene sus 'secretos',
-mantenerlos hace a la preservación de
esa extraña unidad
que llamamos familia- y los escritores,
se sabe, no son gente
pudorosa.
(Mientras escribo ésto no puedo dejar
de pensar en Gregorio
Samsa).
En algunos casos, hay familiares que
pueden mostrarse más
comprensivos ó indulgentes con el
portador -sano ó enfermo-
pero siempre emitirán opiniones
subjetivas y juicios opinables.
En cualquier caso, lo mejor que puede
ocurrirle al que escribe
es que su lector no sepa nada de él,
que no lo conozca, ni
conozca sus datos personales, ni su
historia, ni su rostro.
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