(Esther Miño)
Castas castas, erigen castillos
en el polvo, en el aire, en la arena,
en manglares, humedales, bañados
y aledaños.
No hacen daño, sólo quieren
vivir junto al agua.
Castores y carpinchos no conocen
castas, ni el canto castrato, ni el
derecho de propiedad:
Invaden barrios privados
sin ninguna culpa -no conocen
la culpa, pobres infelices-
¿Cuánto puede costar la vida
de un castor o de un carpincho?
Poco y nada, pero desvaloriza la propiedad.
Si quieren vivir en un humedal, que paguen;
que asuman las costas de vivir en las costas
o se vuelvan a su pago.
Los carpinchos incautos y usurpadores
recibirán su castigo, son como una casta
parasitaria. Para peor, se reproducen
en forma irracional.
La castidad se puede negociar,
las propiedades se negocian -reconocemos
las propiedades del aceite de castor, la manteca
de cacao y la leche de carpincho-
Pero el derecho de propiedad no se negocia
-sólo los ociosos, incapaces de esforzarse y
progresar, quieren negociar la propiedad ajena-
Hay castas, castos, costas y castillos
con comodidades y dependencias.
Los carpinchos no son parte del rebaño, ni
reconocen pastores. Forman familias, como
cualquier cristiano, pero no tienen amo ni
patrón y sus patrones de conducta, dejan
que desear: Son veganos, no practican la
castidad, son promiscuos y se aparean en
el agua -pública o privada- sin ningún
pudor, a la vista de personas honestas y
castas doncellas feligresas.
A las buenas familias les producen
rechazo, pero algunas los toleran
y las hay que, con una empatía digna de
mejor causa, evalúan incorporar alguno
como mascota.
Si vas a adoptar un carpincho, no olvides
castrarlo. La esterilización no mejora su
calidad de vida, ni la prolonga, pero vas
a dormir más tranquila.
Un carpincho alzado, es capaz
de cualquier cosa:
No sólo no respeta la distancia sexual,
sino que no le hace asco a nada, casi
como un político.
(De la serie "mascotas")
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