(Asensio Escalante)
¿Qué es dios, sin la palabra?
¿Qué quedaría de El, sin su cuerpo de palabras?
¿Qué sería de nosotros, feligreses, agnósticos,
creyentes, ex creyentes, ateos, o aspirantes
sin esta fe hilvanada con palabras?
¿Qué clase de herejía podría ejercerse
en un espacio vacante de palabras?
¿Cuánta fe, o falta de fe se puede cultivar
sin la palabra?
¿Provenimos de la voluntad divina
o descendemos de palabra?
¿Qué fue primero: dios o la palabra?
Si la palabra es creación divina ¿Qué estuvo
haciendo Dios, antes de hacer lo que hizo?
¿Hacía silencio? ¿Vacilaba?
¿Esperaba la oportunidad?
Sabemos poco de Dios, no tenemos registro
de sus antecedentes, pero sabemos que la vida
es anterior a la carne.
¿Hacía falta que el verbo encarnara?
¿Qué oportunidades vislumbró el Creador, en
las propiedades y atributos de la carne?
¿Era necesario proveer de carne al Verbo,
o de palabras al deseo encarnado?
¿Cómo podríamos pecar sin el verbo pecar?
¿No era suficiente con la fotosíntesis?
¿No colmaba su ambición creativa (o vocación
creadora) esa vida silenciosa, que toma del sol
el alimento y lo transforma en energía, sin violencia?
¿Hacían falta metabolismos superiores?
¿Hacía falta el depredador natural?
¿Era necesario un depredador mayor, o superior,
que determinara cuáles especies merecen vivir
y cuales deben desaparecer?
Devoraos los unos a los otros: He aquí el mandato
divino, sobre el que reposa el llamado Orden Natural
que todos suscribimos, con mayor o menor disposición.
Gracias a Dios, o a la palabra, tenemos conciencia.
Y gracias a ambas, gozamos de libre albedrío:
Podemos discernir, pecar y justificar.
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