(Horacio Ruminal)
Era un ganador nato,
lo supo siempre, pero
era reacio
al protagonismo;
no toleraba la exposición:
No quería
sobresalir.
Sabiéndose ganador
desconfiaba del
éxito
-la humildad, puede jugar
en contra-
Un
ganador nato
condenado a disimular su
condición:
Nadie supo
reconocerlo como tal.
La vocación, puede echarlo
a perder todo.
Un
ganador total, que supo guardar
el secreto: sólo gozó de
su propio
reconocimiento.
Un ganador hecho y
derecho
que nunca tuvo techo, y supo
disfrutar en soledad
esa falta.
Un ganador perfecto,
al que nadie
recuerda…
Acaso fuera ese, su verdadero éxito.
Era un ganador
nato.
Lo ganó y lo perdió su vocación
por el anonimato.
***
En Tangos de ultraamar
Ed. El papemor alzado (1971)
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