(Ricardo Mansoler)
Sin deseo no hay pasión.
Sin pasión no hay arte.
El deseo es condición material,
pero no es materia: hay deseos
que nunca se materializan.
El arte nunca expresa un deseo
en estado puro, la pureza no se
crea ni se mide.
El arte de producir sentido
no puede considerarse nunca puro,
no hay sentidos puros ni existe
un sentido de pureza.
No hay poesía pura.
El arte más puro es la música:
lo menos material que puede producir
la materia, aunque es el efecto de un
fenómeno físico, es decir material.
Todas las artes aspiran a la música.
Ella no aspira, no necesita ningún
lugar para ser, más que el tiempo.
La música no se toca, es intangible,
no tiene consistencia física ni es, en
sí misma, portadora de sentido.
Su condición es el fluído
del movimiento emotivo en el éter.
La música es efímera, pero puede
conservarse en la memoria, volver
a servirse y reproducirse sin término.
El arte es deseo sublimado
que resuelve en objeto.
No importa la calidad del deseo:
buenos o dudosos, sirven por igual
al buen sublimador.
El objeto del arte es impreciso,
no se sabe para qué se hace:
¿Qué se ganaría sabiéndolo?
En el arte no hay ganancia ni pérdida,
luego no hay utilidad,
luego no hay valor…
Luego
¿Puede haber sentido sin valor?
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