(Amílcar Ámbanos)
La incompletud de todo
es siempre transitoria
respecto de cualquiera
de las partes en conflicto
(sin partes no hay conflicto)
Noto el alboroto de la brótola.
Noto, anoto,
los desbordes naturales
precipitan el paso de un estado
a otro.
La singladura del fluído
puede vacilar en tiempo y forma,
el desertor más avezado
puede hesitar ante una hez nativa,
citar o descubrir el goce de la fe
elevándose en la oración
armada de armonía.
Hay que volver a creer:
Esta fe me hizo ver lo verosímil
y su música impertérrita y anómala.
Creo en coros y croares, creo
en la multiplicación de los penes,
en la eneúpla, y en los nuevos diseños
de los planes divinos.
no me erizo
ante los números hostiles
no me inclino ante los múltiplos
de uno y sus púlpitos,
tan diminutivos como inhóspitos.
Ultimo los enseres
de la serialidad ontológica
para asumir el ritmo de lo posible:
ser es creer, me dijo un ex creyente,
ser es poder
concomitar con todos los gerundios.
Un dios plural, transcurre
y desaprueba al pasar
de uno a otro
pecado sin gozar
ni fracasar.
La brótola no se alborota
por un desliz
ni se apichona ante el brote
de un poema abortable.
A pecar se aprende pecando,
decía un aprendiz avanzado:
No le des pecado, enséñale a pecar.
Noto y anoto:
hay un amor que brota
ignoto, innato, errátil,
está ahí, en los cuerpos sutiles,
en lo sutil del ente, en la enténte,
en lo inconsútil emanándose,
en lo brotátil
y lo eréctil.
Esos esbozos embozados
que preceden a la voz,
en la tibieza líquida del verbo
uterino y sus formas interinas.
En la simbiosis del fermento
amniótico, antes de las primeras
tejas del tejido bursátil y los
albores de todos los valores.
Hay un amor innato, abovedado,
intrínseco que brota
en las mucosas superiores
del deseo irretráctil y versátil.
No hay datos
pero hay dátiles.
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