(Aquino Lamas)
¿Cómo sé que soy un poema?
Preguntaba el poema vacilante -y por
tanto sospechoso- al arribar a un mundo
poblado de sospechas y poemas.
¿Y tú me lo preguntas?
Repregunté, para citando, ganar tiempo
y elaborar una respuesta no tan
improvisada -es algo natural improvisar:
casi todas las respuestas que emitimos
son improvisaciones-
Mi respuesta no pareció satisfacerlo,
sospeché que le resultó sospechosa
-como suele ocurrir con las respuestas
que preguntan-
Mientras el poema vacilaba, pensé
otras respuestas disponibles:
-Nunca lo sabrás.
-Hay preguntas que no tienen respuesta.
-Para qué quieres saberlo, mi linda
flor de ceibo.
-Menos averigua Dios y perdona.
Y otras tantas, que descarté por ésta:
No hace falta ser poema para ser,
ni siquiera tener título habilitante
ni categorización alguna.
No hace falta tener nada para ser
alguien o algo:
el alga no sabe que es un alga,
pero es; no tiene que aspirar
a nada para nadar y ser algo que nada.
Un poema es muchas cosas
y otras tantas que no es.
Para verificar si cumple
toda condición poética, habría
que recurrir a la autoridad de
aplicación.
Pero los poemas genuinos, verdaderos,
no preguntan qué son ni cuántos son
(aunque pueden preguntar cuánto es
y formular otras preguntas)
Saben, que un poema que pregunta
demasiado, es siempre sospechoso.
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