(Horacio Ruminal)
El poema es un fin en sí mismo.
Como el ritmo, no tiene explicación:
Es tan poco lógico sostener un ritmo
como hacer un poema.
El ritmo se explica por pulsos
y secuencias: una discontinuidad
que se repite:
“Continuidad de lo discontinuo”
II
No se aprende: se incorpora, se lleva
y se mantiene en forma mecánica.
Incorporado el ritmo, él se apropia
de los cuerpos obedientes: una
religión que no necesita imágenes.
El ritmo es ajeno a la evolución,
su esencia es la estabilidad, y la
réplica perfecta que lo reproduce
idéntico a sí mismo.
Conocemos diversos ritmos
a lo largo de la Historia, pero
ninguno es nunca nuevo.
El ritmo es ahistórico: para él
sólo hay presente -un presente
que se repite-
(El poema, en cambio, tiene una
historia, y nunca es idéntico a sí
mismo)
III
El ritmo, puede deducirse de lo
que antecede, ofrece todo lo que
un sujeto con cuerpo necesita.
Pero exige más fidelidad que otras
religiones y no contempla
la absolución, conmutación o el
perdón del pecado:
Una mínima distracción
y estamos perdidos:
la continuidad naufraga...
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