(Epifanio Webber)
Creo que no estamos solos,
se confesó a sí mismo el unigénito.
La condición divina, contempla el uso
de la primera persona del plural para
hablar de sí mismo consigo.
Como muchos otros usos: un Dios,
no se somete a ninguna ley, mandato
o convención. Es más libre, incluso,
que un poeta; no piensa en el lector ni
necesita interlocutor válido. No conoce
la autocensura y es ajeno a los límites
de la corrección poética o política, a los
usos gramaticales y al orden sintáctico:
No conoce límites, los dioses son
incorregibles. El discurso divino no
puede ser juzgado: El y sólo El
puede hablar solo, sin incurrir en el
rasgo patológico.
Antes de crear el mundo y los sujetos
hablantes, deseantes, disidentes…
Antes de que fuera el Verbo Encarnado
y las diversas carnes, lenguas, sectas y
dialectos, El hablaba, estaba en posesión
del Verbo, el adverbio y el adjetivo
posesivo, amén de todos los recursos
poéticos y discursivos que conocemos
o incluso desconocemos...
El hablaba, sin duda -los dioses no dudan-
¿Con quién pudo haber hablado?
La respuesta es tan obvia como ociosa:
Hablaba solo.
(Es palabra de Dios)
No hay comentarios:
Publicar un comentario