(Remigio Remington)
Pensé en estilo:
el estilo es todo,
había pensado antes
de haber destilado un
estilo propio.
¿propio?
Sí, es una identidad,
una propiedad inalienable.
¿una sumisión?
¿somos prisioneros de esa propiedad?
¿marcamos un estilo que nos marca
y constriñe?
¿Se adquiere o, por el contrario, se
obtiene?
Se consigue con trabajo y tiempo,
como casi todo. Como los hábitos,
brinda seguridad, previsibilidad,
comodidad, los atributos propios
de la repetición.
Se reproduce a sí mismo, sin esfuerzo.
Un estilo de vida es como una marca,
un sello propio de identidad que nos
inscribe como sujetos únicos, unidades
selladas y diferenciadas de la producción
de seres seriales.
II
¿Qué seríamos sin un estilo propio?
¿Dónde obtener subjetividad
donde poder reconocernos?
Hay que diferenciarse, desarrollar las
diferencias hasta obtener algo tan propio
y distintivo, que no despierte dudas.
Es un trabajo, lleva tiempo, tiene un costo,
pero hay un beneficio, una utilidad:
una vez logrado, obtenido u adquirido,
el portador descansa, como quien pone
un piloto automático…
Reproduce fórmulas conocidas, ya probadas
y aprobadas (la autoridad de aplicación es
la conciencia, algo tan propio como determinado
por el entorno)
No, no todo es estilo, pero lo que se hace con
estilo, merece una valoración distinta: El estilo
es un valor, guste a quien guste, este es mi estilo
(ahora que lo tengo, ya no pienso en el estilo)
III
Cuando jugaba al tenis, mi mayor preocupación
era el estilo, recuerdo.
Podía ganar o no, creo que perdí más de lo ganado,
pero mi estilo se imponía, desde una visión estética
y podía percibir, dicho ésto con toda humildad,
como era envidiado mi estilo por propios y extraños.
No me extrañó que un día, siendo niño, mientras
jugaba en una cancha del fondo, una mujer (quien
disputaba siempre el primer puesto entre las tenistas
del club: vivía el deporte blanco como obsesión,
siempre buscando la perfección) se presentara
allí, cámara en mano, dispuesta a tomar
fotos de mis golpes, movimientos y actitudes,
-el estilo-, seguramente para registrarlos, estudiarlos,
copiarlos y, si fuera posible perfeccionarlos…
IV
¿Hay un estilo propio, libre y soberano?
El estilo, ese sello propio
que muy pocos pueden exhibir,
es acaso, de todo cuanto hacemos
lo único que perdura.
Un estilo propio, se reconozca o no
-al portador no le importa-
expresa más que otras propiedades:
se puede percibir hasta en la forma
de sacar la basura.
V
“El estilo propio es la manera que encuentra
aquel que escribe, de reproducirse a sí mismo
en el sistema de la escritura”
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