(Aquino Lamas)
¿Cuántas cosas caben en un cuévano?
¿es más que una palabra?
¿Cuánto vacío puede contener un
cuévano maduro?
Cuando Eva, evacuando su cueva
reconoció a su madre en el agua
al ver su imagen reflejada,
dijo habemos, bebamos, y todo
comenzó a bajar y ordenarse
con fluidez, como era necesario
para que la necesidad descienda
y se replique:
Me bajó, confirmó Eva
aún sin un interlocutor válido.
(Vio que era bueno el descenso,
y aún mejor descender de otros)
Repasó su flamante pasado
al tiempo que exclamaba:
¡Qué cueva que evacué,
qué cueva que evacué!
(bis)
Vio que era bueno repetir, gestar,
reproducir sin sentido y repitió
y engendró el estribillo primordial:
¡Qué cueva que evacué,
qué cueva que evacué!
Excitose con el éxito
de la repetición de su propia
cita, y fue por más:
¡Qué cueva que evacué,
qué cueva que evacué!
¡Qué cueva que evacuaba,
que evacuaba, que evacué!
Y dio a luz el ritmo,
madre de todo
en sus distintos géneros,
desde el compás binario
de su propia evacuación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario