(Horacio Ruminal)
¿Hay valores fuertes y débiles?
Dudamos: la duda es signo de debilidad.
Si bien se reconoce el valor de la fuerza,
hay una deuda histórica con la debilidad.
No nos engañemos, los débiles nunca
hacen la Historia, se repite. Pero ostentamos
una historia dudosa, engañosa, edificada
sobre cimientos débiles.
Para ser justos, hay que tomar distancia,
romper con ese miasma teórico y retórico
basado en argumentos débiles y odiosos
sin otro valor histórico que el de sostener
el engaño.
Para ser justos, hay que odiar bastante.
II
Odio el deber: deben los débiles.
No me debo a mis lectores, suscriptores,
electores, detractores, objetores, correctores
ni predictores. Mucho menos a acreedores
reconocidos o no.
No me reconozco deudor en ninguna de sus
acepciones ni opciones disponibles.
No me debo, no necesito actualizar mi saldo
ni solicitar un certificado de libre deuda.
Odio el deber, fuente de toda sinrazón e
injusticia.
Para ser más preciso, hay que desterrar toda
debilidad: los recursos discursivos, son
artilugios de la debilidad.
El deber es una perversión, acaso la peor.
La noción del deber sostiene el estado de
debilidad y desarrolla voluntades débiles,
deudoras de la necesidad de obedecer, que
en el colmo de la abyección honran la
obediencia debida.
(Sólo una voluntad corroída, vaciada y
corrompida puede abrazar una causa cuya
consigna es “subordinación y valor” y
sentir orgullo de una supuesta vocación
de servicio: cualquier otra vocación es
más digna, y también cualquier vicio)
III
Los débiles son un algoritmo:
sólo buscan patrones confiables.
Los débiles no tienen vocación, sólo
saber servir, obedecer. Sólo pueden
tener deudas y deberes.
No conocen sino pasiones y emociones
débiles y dudosas, como la empatía, el
amor al trabajo y el apego al pago.
Y nunca terminan de pagar.
Los débiles sólo tienen dos destinos
posibles: el vicio, la abyección o la
obsecuencia.
Odio los límites impuestos y mal
tramitados por el pensamiento débil:
productos mal terminados por pura
debilidaad.
Odio los límites de la debilidad,
borrosas líneas de barro
que sostienen la producción del
mundo sensible, un mundo lábil
y débil.
IV
Las sociedades más desarrolladas,
mantuvieron durante algún tiempo
el principio de que el Estado debe
asistir y proteger a los más débiles.
Hasta que la realidad los disuadió:
Se iban convirtiendo en estados débiles.
El triunfo de la debilidad, no es algo
auspicioso para nadie, ni siquiera
para los débiles.
Odio a los que se amparan en la
debilidad constitutiva como argumento,
para justificar una justicia débil, que
administra la distribución de culpas:
Quien pretenda administrar esa carga
y su distribución, merece el mayor de
los desprecios.
Es tan sabido como ocioso, que los
únicos culpables son los débiles.
La culpa los identifica, les pertenece
y es el único sentimiento que pueden
compartir.
La culpa es, en sí misma, un castigo:
la debilidad se castiga. Así, la culpa es
el alma de todas las religiones:
sin culpa no hay pecado.
La culpa debilita; donde hay culpa
no habrá goce -no hay un goce débil-
El goce es un signo vital, y por tanto
ajeno a naturalezas débiles.
V
Odio a los que se inclinan a creer
que siempre se debe estar del lado
de los débiles.
Su propia debilidad les impide llevarlo
a la práctica y hacer lo que dicen.
Yo no hago lo que digo
ni digo: soy lo que hago.
No soy lo que debo
ni hago lo que debería.
(Son pocos los que hacen lo que dicen,
no es fácil ser coherente entre semejantes
que no suelen serlo. Es más simple y
seguro hacer lo que se debe: obedecer.
Mejor que decir es hacer, decía el líder
popular, recordado por lo que hizo, pero
sobre todo por lo que dijo)
VI
Tengo una teoría:
Los débiles se amparan en creencias,
dogmas y doctrinas. Se escudan en la
ciencia o en la existencia de un Orden
o conciencia superior: todo aquello
que se pueda obedecer.
Algunos son capaces de desarrollar
teorías peregrinas para justificar su
condición y hacer valer como atributo
esa debilidad intrínseca.
El lenguaje es su mejor arma:
La palabra, su ambigüedad apropiable,
la esencia débil de su condición binaria,
es el recurso natural y perfecto para
generar argumentos de alta complejidad
y aumentar la confusión reinante.
VII
¿El reino de los débiles?
No, no pueden, ellos prefieren el anonimato,
se acomodan, aceptan y subsisten. Conocen sus
límites, y saben que la debilidad sólo puede
tramitarse y sostenerse en la oscuridad de la lengua.
Saben armar un buen discurso y hacer dudar
de todo a propios y extraños. No es extraño
que escriban buenos textos, o al menos
memorables, y sean buenos oradores.
Que no te engañen, no los oigas, no los leas!
No olvides hermano:
La palabra es el último refugio
de la debilidad humana.
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