(Amílcar Ámbanos)
Después de la manufactura
de un poema relevante, otro
excluyente, uno imperfectible,
alguno que otro vacilante, amén
del poema envidiable y muchos
irrepetibles, me propuse un nuevo
desafío:
un poema de morondanga
(para crecer, hay que fijarse metas,
ampliar el horizonte y elevar la vara:
hay que probarse en distintos campos,
superar obstáculos, conectar con la
propia abundancia y demostrarse
capaz de todo)
Puse lo que había que poner,
hice lo que había que hacer.
Medí la calidad de mis decisiones
y me entregué a la aventura
del poema, sin abusar del error
no forzado y evitando los excesos.
(Sin esfuerzo y voluntad, no hay resultados)
El resultado:
Quería escribir un poema de morondanga
pero obtuve uno cualunque.
Moraleja: No siempre hace uno
lo que se propone, pero sólo se aprende
del fracaso. Hacele caso a tu sed.
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