(Remigio Remington)
No muerdas el colmillo del gusano
que convalece en tu costado
sin amortizar.
No ames lo que no debas.
No te comas las escamas del escualo.
Medita sin embargo, en los dos
crepúsculos simétricos.
Despega el orden numeroso
que te habita y procura que comas
sus excesos, sin despejar ni dudar.
No medites cuando comas.
No te comas el amague de la hoja,
la finta del esfínter que se aloja
en lo que elijas.
No eres mago ni varita,
benditas las escamas que el comensal
no come ni consagra.
No sales la carne que no comas,
sal con moderación de lo que encare
tu carne: la carne se encarece y
enrarece con el uso, no hagas carne
con el hábito ajeno e inútil.
No te santigües dos veces
en el mismo lupanar.
No comentes las faltas que cometes
con el prójimo: Puede que ignore
más de lo que ignoras (Somos lo
que ignoramos, sólo
eso nos iguala: luego
no hay pares ni paridad posible)
No descartes nada, más sírvete
lo justo.
Medita hacia el centro,
el esqueje es escuálido, humilde
y diminuto. Más confía en lo que es
y contiene la energía que necesita
(como ésta que malogra tu poema
descendiendo por la hoja que lo
aloja)
Medita en tus diminutivos.
El sibarita no come cualquier cosa:
No te comas las comas, las fintas
y amagues infinitos, del tiempo.
No te comas ni te dejes comer,
a menos que sea absolutamente
necesario al juego de tu comercio
natural, en su justa medida.
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