(Asensio Escalante)
Ya senil, el lince
permanece lince.
Luce altivo, los años no mermaron
su arrogancia, su prestancia ni el
respeto de sus pares.
La juventud se pierde a una velocidad,
como la vida y el deseo. La dignidad
no se resigna a abandonar el cuerpo,
aunque pierda algunas prestaciones.
(Un cuerpo es sólo forma, movimiento,
errancia y sujeción a un ritmo. No hay
ninguno más o menos digno, todos
llevan a la muerte)
Todavía puede lanzarse y alcanzar
su presa: Mientras haya una presa
la carrera del lince no se acaba (como
la del lector que salta de un lado a otro
y vuelve a leer a Céline para viajar, ya
viejo al fin de la noche)
Todavía puede lanzarse y alcanzar
su presa como Dios manda, su instinto
lo sabe.
Cuando no pueda, perecerá de hambre
u otra causa natural. La dignidad lo seguirá
hasta ahí, innegociable, hasta que no haya
nada que negociar.
Un lince joven se le acerca, lo observa
con respeto; no lo envidia pero sabe:
siempre hay algo que aprender ante el
espejo, el agua, el tiempo acumulado
y consumido.
(El otro piensa en silencio:
Puedo explicarte el compás
pero no seguirte el ritmo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario