(Aquino Lamas)
La idea de valor
o el valor de la idea:
“Toda idea, llevada hasta sus últimas
consecuencias, se transforma en su
opuesto”
El valor de la oposición: ésto vale,
porque hay cosas que no valen.
Ocioso es enunciarlo:
Sin oposición no hay valor.
Lo opuesto no significa lo contrario
ni lo inverso. El que invirtió lo sabe,
hay que invertir tiempo para poder
diferenciar los términos y para poder
diferenciarse de la confusión general
o primordial.
El pensamiento es inversión.
Toda idea puede ser desarrollada
en distintos sentidos, con resultados
que pueden oponerse.
Siempre formé parte de la oposición,
decía un librepensador autorizado.
Por lo común, son pocos los que llevan
una idea hasta sus últimas consecuencias.
Es riesgoso, hay pocas como para arriesgar
a que terminen siendo apropiadas por la
oposición.
El enemigo suele usar nuestras propias
ideas, con fines deleznables. Hay que ser
cauto: sabemos poco del enemigo, pero
sabemos que habla nuestro mismo idioma.
Cualquier poeta lo sabe, si supo invertir.
Un poeta que se precie, puede llevar la idea
a cualquier parte, aunque no tenga ninguna.
Si asume el riesgo, sabe que se expone a la
incomprensión, o peor: a la indiferencia.
El verdadero poeta no se amilana:
Hay que tener valor para mantenerse
indiferente.
Sabe lo que hace, y sabe invertir:
El valor no está en la idea, sino
en lo que se hace con ella.
No espera cosechar empatía, innovación,
progreso o el reconocimiento de sus pares.
No cree en paridades, ni en el valor
agregado de ciertas palabras.
Sabe que el desarrollo de la idea
puede devolverlo al principio del poema:
La idea de valor o el valor de la idea.
Pero vuelve a invertir
(sin inversión no hay desarrollo)
a sabiendas que el enemigo
se está reproduciendo, y que
la inversión es una forma de
repetición.
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