jueves, 9 de diciembre de 2021

Escrito con un dedo

 

(Onésimo Evans)

 

¿Cuántas cosas pueden hacerse
con un dedo?

Depende del entrenamiento, el volumen,
longitud y disposición del dedo, y de cual
sea el dedo señalado.

El índice es el más indicado para señalar,
también para escribir en el móvil o para
sugerirle a alguien que se acerque.

Para explorar oídos, fosas nasales u otras
cavidades, otros dedos pueden resultar
más funcionales.

Cuando decimos “No me chupo el dedo”
la metáfora alude casi siempre al pulgar,
el preferido por los lactantes para esta
práctica  (Más tarde se suele incorporar
otras opciones anatómicas para chupar)

El pulgar, dispuesto en forma vertical, sirve
también para expresar apoyo o complicidad
a otro, siempre que mire hacia arriba.  Por
el contrario, si mira hacia abajo significa
lo opuesto.

Este dedo tan diferenciado, representa en sí
todos los beneficios de la oposición:  Gracias
a él, hicimos todo lo que somos.
Para no mucho más sirve el pulgar, o dedo
gordo de la mano.

En otros tiempo, el índice se imponía a la hora
de discar el teléfono, o mojarlo con saliva para
pasar la página del libro.  Hoy, la tecnología
digital cambió las formas de comunicación y
casi nadie lee libros de papel.

Aunque los hábitos se adaptan a las novedades,
todavía hay quienes recurren a algún dedo para
comprobar la temperatura del agua para el mate:
el meñique de la derecha en mi caso.

No hay que olvidar, al contar las prestaciones de
los dedos, que aún en la era digital hay quienes
cuentan con los dedos.  Pero son contados…

¿Podemos deducir que hay dedos más importantes
o más útiles que otros?

Dependerá del usuario, pero son todos necesarios
para cualquiera que tenga dos dedos de frente. Yo
tengo cuatro, hasta donde puedo contar, y no
dudo que los dedos nos hacen más humanos.
¿Qué tan humanos seríamos sin ellos?

No me imagino una vida desdedada.
Ni pensar en los músicos, y en la policía,
que depende de las huellas dactilares para
poder identificarnos y saber si tenemos
antecedentes (Nuestro antecedente más cercano,
el mono, tenía su dígito pulgar pero no oponible)

¿Cómo apretar el gatillo, o la cola del disparador?

La memoria de las armas, me trae un recuerdo
de varias décadas atrás, cuando cumplía el SMO
en un lugar perdido de la Patagonia. El consejo del
Sargento 1ro, Encargado de la Compañia, antes de
gozar de nuestras primeras salidas de franco:  

Si van con mujeres (se sobreentendía que no serían
jóvenes doncellas de su casa, sino las que cobran el
servicio: ¿qué mujer que se preciara iba a fijarse en
un pobre recluta?) ¡Cuidado!  Primero meten el dedo,
si tiene olor a pescado está bien… Pero si huele a
pescado podrido ¡Ojo al piojo! Nada de nada, se la
aguantan como un buen soldado, que ahí se agarran la
pudrición y entonces se van a comer la internación, las
inyecciones de penicilina y no van a poder garchar por
varios meses.

Con su pedagogía, el Sargento 1ro. nos enseñaba que
entre las utilidades de los dedos, también estaba la de
servir para tomar decisiones incómodas.




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