(Tomás Lovano)
Voy a lo seguro:
El buen inversor calibra
las opciones y los riesgos,
toma sus recaudos,
no se precipita.
Estaba decidido:
No amaré a nadie que no lo merezca.
He invertido demasiado en mi, como
para compartirme como un animal,
para comportarme como una bestia
irreflexiva, sin evaluar los riesgos,
sopesar las garantías y averiguar
antecedentes.
Hay que ir a lo seguro: una buena
decisión es la mejor inversión
a futuro.
El ser selectivo
sabe que la selección natural es
insuficiente: ella nos hizo selectivos
para evitar que nos gobiernen los
impulsos, el instinto. Esto es lo que
nos diferencia de las bestias.
Una decisión de calidad ahorra tiempo:
un recurso no renovable, finito; un activo
cuya cotización declina a cada paso
de modo inexorable, y cuya puesta en
valor depende de la inversión.
La decisión correcta evita contratiempos,
acota el período de prueba, minimiza los
riesgos del error no forzado y nos condena
al éxito seguro o casi.
Voy a lo seguro.
El buen inversor no teme a la aventura,
puede ganar o perder, pero está dispuesto
a todo: el riesgo excita -no hay aventura
sin riesgo-
Sabe que debe competir, pero confía en
sus recursos; se sabe preparado para la
alta competencia.
Las oportunidades están o se generan,
la vida es puro desafío, y cada uno
tiene los desafíos que merece.
He invertido mucho en mi,
ahora sólo queda atraer inversiones
y estudiar el comportamiento de los
mercados (Procesar la información
en las plataformas adecuadas, observar
las ofertas sustentables y seleccionar
la opción correcta)
La capacidad de decisión instalada
provee los recursos para alcanzar las metas.
Hay que saber manejar los tiempos con
empatía y experticia. Luego, el éxito de la
inversión está garantizado.
Sólo esperar que todo fluya con normalidad
y el amor venza (dentro de los términos
vigentes)
No hay comentarios:
Publicar un comentario