(Esther Miño)
La colonización
empezó antes,
no hay datos
precisos, no sabemos bien
cuando ni como pero
todo parece indicar
que era una práctica
anterior a Colón.
El azar, como un
accidente natural, suele
hacer que alguien,
un sujeto cualesquiera,
cargue con el peso
de la historia para
siempre, sin
posibilidad de cambiarlo ni
oportunidad de
defenderse.
Oportunistas hubo
siempre, tanto como
conquistadores y
colonizadores: tres
atributos
reconocidos como propios de
la condición
humana.
Colón era un viejo
bucanero, un navegante
avezado, un
aventurero ¿Dónde buscar
aventura sino en el
mar?
La excusa eran las
especias, algo muy
valorado y que yacía
en Asia, pero el azar
dispuso que llegara a
otra parte, como suele
ocurrir: una
verdadera aventura, que era lo
que él buscaba.
II
El resto, es
historia conocida y objeto de
distintas
interpretaciones. Si había oro y
otras cosas
valiosas, no era algo previsto,
y su tripulación la
conformaban hombres
de dudosa
procedencia, como todos, nada
ajenos a la codicia
y a la aventura del
comercio, aún bajo
formas ominosas o
reñidas con la
ética.
Es difícil, hasta
hoy, conjugar esos términos.
Eran emprendedores,
habían invertido algo
tan valioso como su
vida, en esa empresa, no
exenta de riesgos
(sin riesgo no hay aventura)
Y todo emprendedor o
inversor, se sabe, busca
la fortuna fácil;
es parte de nuestro diseño
genético.
Gracias al
desarrollo de la civilización, que no
poco le debe a la
aventura y en particular, a estos
aventureros
decididos a todo, hoy empleamos
naturalidad el verbo
colonizar.
La metonimia, un
recurso retórico, puso a Colón
en ese lugar
incómodo y dudoso:
Algunos lo celebran
y le rinden tributo, otros
lo vituperan y
concentran en él su odio
subalterno de mal
colonizados, adjudicándole
todos los males del
subdesarrollo, un eufemismo
de la dependencia.
III
¿Se debe renegar,
sin más, de esta palabra?
¿Anida en ella el
eje del mal?
Habría que se
cauteloso, la moderación en los
juicios, dejando de
lado las cuestiones emotivas,
tal vez nos permita
desarrollar una visión menos
rígida y -¿por
qué no?- superadora.
No podemos dejar de
reconocer el sesgo positivo
de la colonización:
Colonias de bacilos y bacterias
nos acompañan desde
siempre en todos nuestros
emprendimientos;
habitan este mundo desde hace
millones de años y
están en el origen biológico
que hizo posible la
evolución que nos expresa, o
expresamos.
Incluso habitan en
nosotros, y son mayoría entre
las células de
nuestro cuerpo humano.
No viviríamos sin
ellas.
IV
Luego ¿Deberíamos
seguir hablando
de colonizadores y
colonizados?
¿No sería más
acertado pensar en una simbiosis
donde todos nos
necesitamos para producir algo
mejor que estas
dicotomías?
¿No estamos todos
en el mismo barco, en la misma
aventura, aunque
viajemos en distintas clases?
¿Estamos
incorporando la colonización que
necesitamos y
merecemos?
¿Fuimos capaces de
aceptar lo que había que
aceptar, y asimilar
que no hay evolución sin
colonización?
¿Estuvimos a la
altura de ese desafío?
¿Podríamos haber
sido más funcionales y ahorrar
tiempo?
¿Por qué los
inversores más conspicuos no nos
están eligiendo
como otrora? ¿No nos ven futuro?
¿No estamos
generando la empatía que necesitamos
para volver a ser
atractivos, no sólo como zona de
sacrificio?
¿Cuánto más
estamos dispuestos a sacrificar?
¿Cuántas palabras
y valores más, somos capaces
de incorporar para
completar la colonización
soñada?