domingo, 13 de noviembre de 2022

Paisaje colonoscópico

 

(Esther Miño) 


La colonización empezó antes,

no hay datos precisos, no sabemos bien

cuando ni como pero todo parece indicar

que era una práctica anterior a Colón.


El azar, como un accidente natural, suele

hacer que alguien, un sujeto cualesquiera,

cargue con el peso de la historia para

siempre, sin posibilidad de cambiarlo ni

oportunidad de defenderse.


Oportunistas hubo siempre, tanto como

conquistadores y colonizadores: tres

atributos reconocidos como propios de

la condición humana.


Colón era un viejo bucanero, un navegante

avezado, un aventurero ¿Dónde buscar

aventura sino en el mar?


La excusa eran las especias, algo muy

valorado y que yacía en Asia, pero el azar

dispuso que llegara a otra parte, como suele

ocurrir: una verdadera aventura, que era lo

que él buscaba.


II

El resto, es historia conocida y objeto de

distintas interpretaciones. Si había oro y

otras cosas valiosas, no era algo previsto,

y su tripulación la conformaban hombres

de dudosa procedencia, como todos, nada

ajenos a la codicia y a la aventura del

comercio, aún bajo formas ominosas o

reñidas con la ética.


Es difícil, hasta hoy, conjugar esos términos.


Eran emprendedores, habían invertido algo

tan valioso como su vida, en esa empresa, no

exenta de riesgos (sin riesgo no hay aventura)


Y todo emprendedor o inversor, se sabe, busca

la fortuna fácil; es parte de nuestro diseño

genético.


Gracias al desarrollo de la civilización, que no

poco le debe a la aventura y en particular, a estos

aventureros decididos a todo, hoy empleamos

naturalidad el verbo colonizar.


La metonimia, un recurso retórico, puso a Colón

en ese lugar incómodo y dudoso:

Algunos lo celebran y le rinden tributo, otros

lo vituperan y concentran en él su odio

subalterno de mal colonizados, adjudicándole

todos los males del subdesarrollo, un eufemismo

de la dependencia.


III

¿Se debe renegar, sin más, de esta palabra?

¿Anida en ella el eje del mal?


Habría que se cauteloso, la moderación en los

juicios, dejando de lado las cuestiones emotivas,

tal vez nos permita desarrollar una visión menos

rígida y -¿por qué no?- superadora.


No podemos dejar de reconocer el sesgo positivo

de la colonización: Colonias de bacilos y bacterias

nos acompañan desde siempre en todos nuestros

emprendimientos; habitan este mundo desde hace

millones de años y están en el origen biológico

que hizo posible la evolución que nos expresa, o

expresamos.


Incluso habitan en nosotros, y son mayoría entre

las células de nuestro cuerpo humano.

No viviríamos sin ellas.


IV

Luego ¿Deberíamos seguir hablando

de colonizadores y colonizados?


¿No sería más acertado pensar en una simbiosis

donde todos nos necesitamos para producir algo

mejor que estas dicotomías?


¿No estamos todos en el mismo barco, en la misma

aventura, aunque viajemos en distintas clases?


¿Estamos incorporando la colonización que

necesitamos y merecemos?


¿Fuimos capaces de aceptar lo que había que

aceptar, y asimilar que no hay evolución sin

colonización?


¿Estuvimos a la altura de ese desafío?


¿Podríamos haber sido más funcionales y ahorrar

tiempo?


¿Por qué los inversores más conspicuos no nos

están eligiendo como otrora? ¿No nos ven futuro?


¿No estamos generando la empatía que necesitamos

para volver a ser atractivos, no sólo como zona de

sacrificio?


¿Cuánto más estamos dispuestos a sacrificar?


¿Cuántas palabras y valores más, somos capaces

de incorporar para completar la colonización

soñada?

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