jueves, 3 de noviembre de 2022

Invitación al optimismo

 

(Tomás Lovano)

 

El optimismo es casi una condición rítmica.


Los optimistas, es sabido, no suelen tener

dificultad en adoptar un ritmo y mantenerlo.

Aceptan sus condiciones y se adaptan, gozan

de su capacidad de adaptación y saben disfrutar

del goce de la repetición:


es lo que hay, se repiten aceptando.


Es difícil que un optimista no entre en ritmo,

y es difícil perder el optimismo dentro de él.


Sólo gozamos de funciones rítmicas

y el optimismo es natural al goce

(con excepción del goce de la crítica)


A lo largo de la vida, vemos pasar

los ritmos que perdemos; una sucesión

encadenada, secuencias que nos unen

al pasado.


El optimista no lo lamenta ni se detiene:

Hay que mirar para adelante, si uno se

detiene lo pasan por arriba.


Es mejor seguir el ritmo en curso

y arribar a nuevas repeticiones:

Hay un goce esperándonos.


Si uno se detiene, podría observar

el movimiento vivo de los ritmos

perdidos, y volver al pasado, como

simple observador.


¿Qué optimista quisiera volver al pasado?

Hay cosas que nadie quiere repetir, es

ocioso: el goce está adelante, ahí nomás,

en el futuro de este ritmo.


El observador imaginario, desde afuera

de lo que circula, ve pasar los ritmos

que perdió con disciplinada displicencia

y descubre que están sujetos a otro ritmo,

más seguro y confiable, como para que

nadie quede afuera:


Es difícil perder el ritmo de la muerte.


(El ritmo es tracción, no te distraigas.

Que no te traicione el optimismo)



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