(Antístenes Oquendo)
Era otro en el sueño,
no tan distinto: el mismo
ángel, sólo que le había crecido
un sexo.
Era extraño verse así, le invadía
una sensación de perplejidad, no
exenta de curiosidad al contemplarlo.
Se mira y no se toca, le advirtió
una voz inmaterial que infundía
cierto respeto, no exento de temor.
Es extraño, pensó el ángel: Ya era
bastante extraño ser un ángel sin
atributos específicos, y ahora ésto…
Tampoco te lo mires mucho,le
aconsejó la voz: También se peca
con los ojos, con la mente, el alma,
aunque sea un sueño.
El sueño no está exento,
por el contrario: Es el lugar elegido
por los temerosos, los pusilánimes
y débiles para pecar en secreto.
El ángel quedó perplejo, sin saber
qué hacer con su perplejidad, ni con
la novedad de su órgano incipiente.
A la vez, sintió como una excitación
no menos novedosa, e intuyó que
su inquietud provenía de su alteración
expresada en eso:
Ese órgano estaba, a todas luces
diseñado para el goce, y eso lo
excitaba. ¿Qué podía hacer?
Permaneció en silencio, sin batir
las alas y apartó la vista de su sexo,
mientras pensaba para sí:
Ahora sabré lo que es gozar como
los dioses, sin privarme de nada,
que para algo en han brindado esta
oportunidad.
¿Oportunidad le llamas? Volvió a
pronunciarse aquella voz
¿Y con piensas gozar, infeliz? Ésto
era sólo una prueba, y éste, sólo el
principio.
Has demostrado ser perfectamente
inútil como ángel. Considérate un
ángel caído para siempre. Buenas
noches.
El ángel despertó, con un sabor
amargo y extraño a la vez, no
exento de una sensación de alivio:
Menos mal que era sólo un sueño...
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