(Tomás Lovano)
La palabra es el alimento
de la fe, y recíprocamente.
Hay palabras que antes no existían,
ahora están circulando entre nosotros
con total normalidad, como si hubieran
estado siempre.
Luego. Lo que ahora es normal
antes no lo era porque no existía.
Significa que la normalidad cambió,
se enriqueció por agregación.
Del mismo modo, las nuevas palabras
que incorporamos como algo natural,
modifican la visión del mundo
y nuestra relación con la realidad.
No importa de dónde vino esta palabra,
ahora es nuestra: nos apropiamos y ya
es parte de nosotros.
¿O es ella quien se apropia?
No importa mucho: Ahora se ha vuelto
necesaria, no sabemos cómo pudimos
vivir sin ella.
(Bueno, es cierto que también pudimos
vivir sin luz, sin cloacas y sin justicia)
La fe es un sentimiento inexplicable,
y las palabras son expresión viva
de la fe.
No existiría ninguna sin la otra.
II
Fe, un sustantivo común que sostiene
la vida de todas las palabras con las que
nos relacionamos. En ellas confiamos toda
la organización social e individual de la vida.
Hay palabras que todavía no existen,
así como hay cosas que todavía no sabemos
explicar o no podemos entender.
No perdemos la fe, sabemos que en el futuro
dispondremos de las palabras necesarias
para explicarlo todo y justificar lo que no se
entienda.
La palabra es un acto de fe, y la fe se alimenta
de palabras como éstas. Todavía hay hombres
de palabra; no son muchos, ni van a dominar
el mundo.
Pero la fe todo lo puede, y siempre funcionó.

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