(Serafín Cuesta)
Las armas genuinas y legítimas
son siempre las más bellas.
O, al menos, las más valoradas.
No significa que no pueda haber
otras más bellas, y que puedan ser
legitimadas.
Tampoco es excluyente, esa belleza
legítima y genuina que presentan armas.
Hay otras formas de emitir belleza con
distintos resultados y una duración más
o menos aproximada.
Lo auténtico y genuino, no es en sí mismo
condición de la belleza: Una adulteración
perfecta puede lucir tan o más bella que el
original.
Pero no todos valoramos la belleza
por igual, aunque podemos compartir
criterios: Lo que carece de armas, no
produce más que sensaciones débiles:
No se valora como auténtica belleza.
No es necesario hacer ostentación de
armas para agregar belleza o producirla.
Pero no desconocemos el valor de las armas,
mucho más cuando son legítimas y genuinas.
La belleza es un valor, un valor renovable.

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