(José Luis Greco)
No puedo escribir nada,
es posible que ya haya escrito todo
lo que tenía que escribir.
Tampoco sé si tenía que hacerlo,
ni por qué, para qué o para quien
lo hacía.
El acto de escribir no requiere que
quien lo hace pueda responder estas
preguntas.
Hay quienes solo escriben para preguntar,
hay mucho para preguntar en este mundo.
Mi mundo era tan pequeño como suficiente:
mi jardín, el paraíso y el ficus cuya sombra
imperfecta me cobija ahora, los pájaros y mis
dos gatos apareciendo y retozando entre las
plantas, entrando y saliendo del poema.
Ahora es uno; el otro está internado luchando
por su vida, con pronóstico reservado y pocas
esperanzas.
Fue mi primer gato, aún lo es y lo será siempre.
No sé cómo sería mi vida sin él, aunque lo pienso.
Los dos me han tributado un amor inmensurable
que no sé si merezco. Pero con él, había algo
inexplicable.
Cuando pasaba algunas horas sin verlo, me asomaba
al jardín y lo llamaba: Fito…
Al rato aparecía su carita sobre alguna medianera.
Luego, sus masajes en mi espalda cuando venía
a mi cama a compartir la siesta…
No era joven, yo tampoco lo soy. Me siguió una noche
siendo muy pequeño, desde la casa abandonada donde
había nacido, y compartimos nuestra vida durante doce
años.
Recuerdo mi angustia cuando lo llevé a castrar. Ya era
parte de la familia. Nos amó, fue amado. No tiene edad
para morir, si hubiera alguna.
No me consuela pensar que tuvo una vida feliz.
Cuando muera, una parte mía se habrá ido con él.
( … )
Ésto fue escrito hace unas horas, con algún resto
de esperanza. Ahora ya nos despedimos y no está
en este mundo.
Si hay algo parecido al cielo, hacia allí estará
viajando su alma. Si un alma piensa, la suya
pensará en mi como yo pienso en él, con la
parte que me queda.
Él no hubiera querido abandonarme, y yo no podía
prolongar su agonía. Le costaba respirar, casi no
podía levantarse, pero respondió a mi último saludo
como siempre lo hacía.
Si algo sobrevive a la muerte, tal vez sea el amor.
Acaso alguna vez volvamos a estar juntos en algún
lugar del cosmos y vuelva a recibir sus masajes,
a oír su voz, su ronroneo y a ver sus ojos claros
irradiando amor hacia los míos.
Tal vez me siga acompañando como siempre
y me ayude a hacer mejores poemas.
No puedo escribir nada.
20.12.2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario